Friday, November 8, 2013

UNA ALIANZA QUE REPUGNA


Los demócratas, que con Obama están en el proceso de transformar a los Estados Unidos en una nación socialista en la cual todo lo controla el Estado, se han asociado con los republicanos del establishment del partido para tratar de pulverizar al Tea Party. 
El Tea Party, nombre tomado del movimiento inicial de la rebelión contra el colonialismo británico del siglo XVIII, surgió dentro del GOP en el año 2010 en señal de protesta contra los “dueños” del partido republicano que habían adoptado y continúan adoptando una actitud complaciente frente al  radicalismo del partido demócrata.
Se robusteció esa tendencia con los fracasos de los candidatos John McCain y Mitt Romney en las elecciones presidenciales del 2009 y luego en el 2012, cuando fue reelecto el demócrata Barack Hussein Obama pese al fracaso de su gestión gubernamental en lo interno e internacional. 
El Tea Party debutó con éxito sensacional en las elecciones de medio tiempo del 2010, al recuperar para el partido la Cámara de Representantes y reducir a 55 la mayoría demócrata en el Senado. En la elección del 2012, la mafia de Obama manipuló todos los mecanismos a su alance para anular al Tea Party: la derrota se selló con la cobardía de Romney para enrrostrarle a Obama sus defectos.
El establishment del GOP, junto con los demócratas y los principales medios de comunicación alineados con Obama, están dando poco menos que por muerto al Tea Party tras los resultados de los comicios del martes pasado, especialmente en New Jersey y Virginia. 
En New Jersey fue reelecto gobernador el republicano Chris Christie, al derrotar por amplio margen a la candidata demócrata Barbara Buono. Se afirma que el ganador logró los votos de independientes, moderados, latinos y de otras minorías y que sería brillante candidato “unificador” del GOP para el 2016.
Pero Christie, aunque se autotitule republicano, es más un demócrata. No vaciló en abrazar y adular a Obama cuando le pidió ayuda tras el huracán Sandy. No ha cesado en alabarlo, pese a que Obama es la cabeza de la minoría radical apoderada de la Casa Blanca para orquestar la transformación de la sociedad libre que se fundó en 1776.
El obeso líder político tiene un pasado mafioso como lobbyist o cabildero y su retórica y relación con el prójimo es arrogante y grosera. Es el típico líder autoritario que venera al Estado como la suprema solución a los problemas de la comunidad. En lo fiscal, NJ solo está por detrás de New York como el Estado con más impuestos y en lo social apoya tolerancia a lo gay y pro choice o pro aborto.
En Virginia triunfó el demócrata Terry McAuliffe, por sobre el candidato del Tea Party Ken Cuccinelli. En este caso también hubo celebración por el  aparente fracaso del Tea Party. No se analiza que el establishment del GOP le negó toda ayuda a Cuccinelli y qué éste, pese a que el demócrata le aventajaba con más de dos dígitos, logró descontar la cuenta y perdió a la postre por solo tres puntos.
Y pudo ganar, no solo si el GOP hubiese aportado para reducir los 15 millones de dólares de ventaja que tenía su rival para bombardearlo con avisos negativos en todos los medios y, sobre todo, si no mediaba como tercer candidatro el libertarian Robert Sarvis, que obtuvo el 7% de los votos. Para obstruir a Cuccinelli, los demócratas gastaron millones para sostener a Sarvis, con el beneplácito del establishment del GOP.
¿Qué permitió al candidato del Tea Party avanzar en las dos últimas semanas, hasta casi alcanzar a McAuliffe y superarlo si no existía Sarvis? Pues simplemente hacer énfasis en los principios sustantivos del partido republicano, que están siendo dejados de lado por el establishment y que motivaron y motivan la existencia del Tea Party.
Desde que el actual gobierno propuso el Obamacare, el GOP se opuso y no dio un solo voto para su forzada aprobación por el Congreso, que lo hizo sin siquiera leer y menos discutir el texto como manda la Constitución. La ley, que pese a las violaciones constitucionales, recibió el visto bueno de la Corte Suprema de Justicia.
Debió entrar en vigencia el 1 de octubre. Para impedirlo, el senador republicano por Texas Ted Cruz inició una cruzada para bloquear fondos a la ley. Argüía, como el Tea Party, que aplicarla destruiría el sistema de salud vigente, encarecería costos y fijaría inconstitucionalmente multas a quienes no aceptan el seguro oblitatorio de salud e incrementando en 7 trillones de dólares la deuda pública. 
Pero además las regulaciones, aplicadas o no por antojo de Obama, han comenzado a reducir el empleo debido a que las empresas medianas se han visto obligadas a reducir a menos de 50 sus empleados o a reducir el tiempo de empleo a la mitad, para eludir los altos costos del mandato del nuevo sistema.
Obama y los suyos habían invertido como 600 millones de dólares desde hace tres años para construir un webside para la nueva ley, que arrancó el 1 de octubre. No más de 6 personas lograron el paso inicial de enrolamiento ese día y el portal ha tenido que cerrarse para reparación, se dice que hasta fines de este mes. Pero se han filtrado  noticias de que la sitiuación tecnológica no solo que no mejorará, sino que empeorará.
El asunto es complejo. Se calcula que 15 millones de personas que tenían una póliza que la seleccionaron individualmente, la han perdido porque el Obamacare las considera insuficientes. Esas pólizas deben incluír protección a la anticoncepción, el aborto, la matermidad, la odontología infantil, inclusive si los asegurados son ancianos o repudian por cualquier razón esas opciones.
Cuccinelli y el Tea Party no quieren, como el establishment, amoldarse a los deseos de Obama para “mejorar” al Obamacare. Lo que quieren es que se la archive. El sistema vigente de salud, basada en la libre competencia de mercado entre los proveedores, es el mejor del mundo y no necesita ser borrado ni sustituido por el único proveedor, el Estado (como ocurre en Europa o la dictadura castrista) para mejorarlo.
Muchos ciudadanos (los demócratas calculan que 50 millones), no están asegurados. Algunos, sobre todo los jóvenes, creen que no necesitan de un seguro porque son sanos y se creen inmortales. Otros, por indigencia o por cualquier otra razón. También es verdad que las aseguradoras rechazan o ponen trabas a pacientes con condiciones previas de mala salud.
También han subido los costos. Porque se limita la competencia entre compañías de diferentes Estados y porque las penas por mala práctica son tan altas que obligan al alza de las tarifas. Todos y muchos males similares pueden y deben ser solucionables dentro del sistema, no susituyéndolo con otro bajo control del Estado, siempre susceptible al fraude y la dilación y deterioro en los servicios.
El supuesto “extremismo” del Tea Party, que condenan los demócratas y el establishment del GOP, busca defender los principios consustanciales de la nación norteamericana como el derecho a la vida (no al aborto), a defender al núcleo familiar y los derechos inviduales y a limitar el influjo del Estado no más allá de la defensa y la seguridad nacionales.
Mientras más crece el poder del Estado, más se restringen las libertades individuales. Eso lo entendieron los que fundaron al país en 1776 y para ello fueron concluyentes en dispersar el poder gubernamental en tres fracciones para que se controlen y limiten entre si. Con Obama, el poder de una de las tres ramas, la ejecutiva, se ha extralimitado. 
No cabe transar con esa actitud. Lo que el establishment del GOP propone como en el caso de Christie, no es gobernar con los demócratas, sino gobernar como los demócratas quieren gobernar. Los “moderados” a los que aluden con tanto entusiasmo los demócratas y medios de comunicación para fortalecer al GOP, en el fondo solo son demócratas encubiertos.
Si el propósito del partido republicano es solidificar la mayoría en la Cámara de Representantes y retomar el Senado en las elecciones del 2014, como paso previo para llegar a la Casa Blanca, deben inspirarse en la propuesta del Tea Party: no más vacilantes como McCain y Romney y si candidatos con clara e inflexible convicción de principios.
Al Congreso y a la Casa Blanca hay que ir, pero no para abdicar frente al rival demócrata y allanarse a sus propósitos, sino para derrotarlos y frenar solo así el avance de destrucción o “transformación” (como la llama Obama) de esta nación. La alternativa del establishment es la receta para acelerar el deterioro del país.

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