Rush Limbaugh, el radiodifusor crítico de Obama con mayor sintonía en este país, se preguntaba ayer el por qué de la paradoja de que los hijos de los inmigrantes hispanos y asiáticos, que vinieron en búsqueda de libertad y oportunidades que no hallaban en sus países, votaron mayoritariamente por la reelección presidencial.
Los exiliados cubanos que llegaron a los Estados Unidos hace dos y más décadas, utilizando todos los medios posibles para escapar de la dictadura castrista, aborrecen de Obama porque ven que el objetivo de su gobierno es coartar las libertades y el sistema democrático que ha engrandecido a esta nación y que es antípoda del castrismo.
El mismo fenómeno ocurre con los adultos que optaron por el riesgo y los avatares del exilio para evitar los regímenes opresivos de China y otras naciones absolutistas del Lejano Oriente, en las cuales ha florecido la inversión de capitales pero bajo el control férreo del Estado, tanto para la asignación de recursos como para su distribución.
Obama y su séquito de mentores y ejecutores de tendencia izquierdista han expresado públicamente su antipatía por el capitalismo, atribuyéndole todos los males que aquejan no solo a la sociedad norteamericana sino a la sociedad global. Desde que se posesionó de la presidencia en el 2009 ha prometido transformar a los Estados Unidos en una utopía socialista/fascista en la cual el gobierno todo lo iguala.
Es la misma fantasía de Fidel Castro, la misma que alienta a las dictaduras de otras naciones latinoamericanas y del resto del mundo y que, sin excepción ahora y en el pasado, ha conducido a la depauperación y degradación de la condición humana por la adicional pérdida de las libertades individuales. ¿No es este el mensaje que los descedientes de los inmigrantes escucharon de sus padres?
Probablemente si, pero Rush cree que el contenido se perdió con el influjo de la distorsionada enseñanza que reciben en los escuelas y colegios públicos de este país, distorsión fraguada a partir de la “revolución” cultural de 1960. Era la época en que se cuestionó al establishment y los valores tradicionales acerca de la guerra y la paz, la familia, el sexo y la democracia.
Tras la II Guerra Mundial, Estados Unidos se impuso como la primera potencia industrial, tecnológica y cultural. Pero quedó el remanente de la Guerra Fría, originada por el empeño de la Unión Soviética de expandir por el mundo un concepto distinto de gobierno basado en el control absoluto de los medios de producción y el mercado, opción antípoda de la doctrina propuesta por los Estados Unidos.
La URSS se valió de todos los recursos para extender las redes del imperio de Moscú por todos los confines. Subsidió rebeliones, se infiltró en los medios de comunicación y en las organizaciones estudiantiles sobornó a políticos y militares y sus logros fueron espectaculares. Inclusive llegó a promover guerras e invasiones en Corea, Vietnam, Cuba, Bolivia, en el África y otros continentes.
En los Estados Unidos el sabotaje y la infiltración dieron frutos notables en la academia, en Hollywood y en medios periodísticos tan importantes como The New York Times, cuyo corresponsal en Moscú mereció el premio Pulitzer por sus reportajes que ignoraron las hambrunas y muertes masivas de disidentes a manos de Stalin. Luego se comprobó que el periodista, Walter Duranty, estaba a sueldo del tirano.
El influjo soviético no se ha desvanecido y desde el decenio de 1960 la utiopía socialista, con la que desaparecerían las injusticias y las guerras, no ha dejado de seducir sobre todo a jóvenes idealistas, algunos de los cuales se quedaron estancados en la adolescencia intelectual. Entre éstos figuran profesores, periodistas, políticos demócratas.
La educación pública primaria y secundaria es la predominante en este país y de ella se han apoderado los sindicatos cada vez más radicalizados e impermeables al diálogo. Son los sindicatos o “unions” los que controlan qué y cómo se ha de enseñar, cómo se ha de admitir y promover a los profesores, cuáles las reglas de conducta para docentes, administradores y alumnos.
Paulatinamente han ido transformando el contenido de la enseñanza bajo la inspiración de las elites izquierdistas, rechazando la idea de que los Estados Unidos sea una nación excepcional por su sistema, logros y beneficios para la humanidad. Según ellos es una nación que se ha enriquecido con la explotación de los pobres y el saqueo de los recursos extranjeros.
Claro discípulo de esa mentalidad es Barack Hussein Obama, quien ha tenido entre sus mentores, promotores e incluso autores de sus biografías a conocido elementos de la extrema izquierda, uno de ellos actor confeso de un atentado terrorista. Su retórica, desde legislador de Ilinois hasta hoy como presidente reelecto, tiene la obsesión de reiterar a cada instante lo aprendido: que Estados Unidos es una potencia en declinación, que urge transformarla.
Es esto lo que aprendieron los hijos de los inmigrantes hispanos y chinos en las escuelas y colegios, algunos en las universidades y por ello votaron en rebaño por la reelección de Obama. Están convencidos de que el gobierno es la solución, como dice Obama, para proteger al individuo desde la cuna hasta el sepulcro y que a ese designio se oponen los “ricos”, o sea los usufructuarios de un sistema capitalista corruptor y explotador.
Junto al obstáculo de los “ricos” están ciertos valores a juicio de ellos obsoletos, que impiden la consecución del ideal de la sociedad igualitaria. Por ejemplo el cristianismo y principalmente la religión católica. Celebraciones como la Navidad y su simbología de Nacimiento y Árbol, tienen que dejar de ser feriados federales porque supuestamente afectan a la neutralidad de un Estado laico.
Quisieran también erradicar la presencia y acaso práctica de los Diez Mandamientos por parecidas razones, ignorando que esta nación fue creada sobre el basamento de la doctrina cristiana -y no musulmana, como lo dijera Obama en Egipto en el 2009. La humanidad misma cambió con el cristianismo hace más de 2.000 años.
(La crucifixión de Cristo horroriza, sin tomarse en cuenta que la Vía Apia estaba llena de cruces, como 2.000, ya que era práctica común de castigo en la Roma Imperial. Roma hizo portentos que aún se mantienen intactos en la memoria, la cultura y en lo material, pero cometió atrocidades que solo fueron superadas con el advenimiento del cristianismo)
A los obamistas no les gusta la competencia del libre mercado ni el ingreso diverso que premia a los más aptos para crear y comerciar. Prefieren una igualdad de resultados, mediante el mecanismo favorito de gravar con impuestos cuasi confiscatorios a los “ricos”, a fin de redistribuir la riqueza a discreción del gobierno.
La deuda pública se ha elevado a 16.3 trillones de dólares y Obama quiere seguir incrementádola para dilapidarla en gasto público innecesario y fuera de control. Una suspensión de impuestos generales dispuesto por GW Bush hace diez años (para estimular la economía) caduca el 31 de diciembre próximo. Si no se la prorroga, habrá más impuestos por 82.3 billones de dólares.
Para evitar el precipicio, Obama pide a los republicanos que convengan en prorrogar la excepción a los que ganen menos de 250 mil dólares por año, pero no a los “ricos”. Los republicanos se niegan a elevar todo tipo de impuestos para no agravar la crisis de recesión. Pero Obama, demagógicamente, acusa de tozudez a los republicanos por su afán de defender a los ricos.
Pero el problema no es la falta de ingresos, sino el exceso del gasto. Los 82.3 billones captados a los ricos no servirían para financiar ni 9 días de gasto fiscal. No harían mella en la deuda. Lo de fondo es refinanciar el seguro social, bloquear al obamacare, reducir las pensiones de empleados públicos sindicalizados y cortar gastos superfluos. No hacerlo sería conducente a una crisis a la europea. Más impuestos acelerarían la caída con reducción de la capacidad de ahorrar y emplear.
¿A esta transformación en proceso llaman los obamistas y demócratas una “revolución”? El calificativo es regresión, puesto que si termina por imponerse arrasaría con las conquistas logradas tras casi 300 años de aplicarse en este país una experiencia única en la historia de la humanidad: crecer y multiplicar las misma oportunidades de crecimiento a todos, en un ambiente de respeto a las libertades individuales.
Los fundadores de la Unión de 13 Colonias eran hombres sabios, sensatos y dueños de sentido común. Juzgaron al hombre tal como es, con todos sus defectos y virtudes. No idearon una república platónica para la Unión, sino una pragmática en la cual la concentración de poderes en una sola persona (rey, caudillo) fuera imposible mediante el artilugio ideado pero no aplicado en las europas de fraccionar el poder en tres, para que mutuamente se vigilen, controlen y eviten autoritarismos.
Y aunque el presidente Correa de Ecuador sostenga que esa división es obsoleta y hay que abolirla, la historia enseña que es la mejor forma de convivencia humana en búsqueda de la prosperidad. Manipular el sistema democrático para descomponerlo desde adentro, como quiere y lo están haciendo Obama y sus clones, es un acto de regresión intolerable que hay que denunciar y condenar.