Friday, March 30, 2012

HAY QUE BLOQUEAR AL TEA PARTY

El demócrata Barack Hussein Obama comenzó a aplicar su agenda ultra izquierdista desde el momento mismo en que se posesionó de la Casa Blanca en enero 20 del 2009. Y no ha parado de hacerlo, no obstante que se juega la reelección en noviembre próximo.

Lo que quiere Obama y lo está logrando, es transformar la cultura de este país en todos los niveles. Lo sustantivo de esta nación desde que se fundó hace casi 300 años es un sistema de libertad que permita a los individuos desarrollar a plenitud sus capacidades, con mínima interferencia del gobierno.

Esa concepción de la vida la comparte la mayoría de norteamericanos pero ahora gobierna una minoría que piensa lo contrario: más intervención del gobierno de unos pocos, para regular las acciones de los más, sin derechos a réplica. Es un retroceso hacia las dictaduras.

El pueblo advirtió de inmediato que no es eso lo que le conviene a los Estados Unidos y reaccionó de manera colectiva, anónima y entusiasta en los cuatro puntos cardinales de la Unión. Esa oposición no fue violenta, ni se convirtió en un partido político. Fue un movimiento que se autocalificó de Tea Party, como en la Revolución Americana.

La expresión del Tea Party fue espontánea y se irradió entre republicanos, demócratas no radicales e independientes, hombres y mujeres de todas las edades, etnias y clases sociales. En suma, el Tea Party quería y ha querido siempre decirle no a Obama en su cruzada antinorteamericana.

Esa voluntad se reflejó en votos en las elecciones de medio término de noviembre del 2010. Los demócratas obamistas fueron arrasados y el GOP asumió el control de la Cámara de Representantes con mayoría total y amplió el número de los suyos en las gobernaciones estatales y otras dignidades locales.

El mensaje era claro. La conversión hacia el socialismo/fascismo de Obama, con la expansión del intervencionismo estatal y la vituperación del sistema democrático, capitalista y liberal, está en abierta contradicción con lo que estipula la Constitución de 1776 y sus 27 enmiendas. O se frena esa tendencia, o el país y su sistema colapsan.

El pueblo norteamericano envió un mensaje parecido al presidente Bill Clinton, también demócrata, en las elecciones de medio término en su primer período (1993/1997). En ese momento, Clinton quería extremar su izquierdismo con el proyecto de estatización de los servicios de salud, que su mujer Hillary se encargó de promover. Pero la votación de la oposición fue contundente.

Clinton archivó el proyecto y modificó rumbos y giró hacia el centro. Con ello la economía se vigorizó, el ambiente político entró en calma y le fue fácil, por esas razones, ganar la reelección para un segundo período que culminó en el 2001, cuando le sucedió George W Bush.

Con Obama la situación es diferente. El llamado del 2010 no halló eco en él y siguió gobernando inflexible en su marcha hacia la izquierda tanto en el frente interno como externo. Los 37 zares, con los que gobierna sin el control del Congreso (que es el caso de los ministros o secretarios de Estado), continúan en su misión imperturbables, así como el aumento de la deuda fiscal, el desempleo y la desinversión.

El Tea Party, que no tiene mejor mecanismo de expresarse que las urnas, está desconcertado ante la tozudez del gobernante. Si bien controla la Cámara de Representantes, su fuerza se debilita pues los demócratas aún están en mayoría en el Senado, lo que obstruye cualquier esfuerzo por rectificar los daños causados por Obama.

La ley de salud, frenada en tiempos de Clinton, pasó en este régimen con maniobras sin precedentes en un Congreso totalmente dominado por los demócratas. El proyecto de 2.700 páginas no fue leído y se lo aprobó a ciegas con los votos serviles de los demócratas y la traición de seudo republicanos como Arlen Specter y Olympia Snowe. Ni uno solo de los republicanos conscientes lo apoyó.

La economía está en zoletas, con una deuda de 15 trillones de dólares que sobrepasa el PNB y un desempleo oficialmente del 8,3%, pero que en realidad es de al menos el 13%. En lo externo, Obama continúa en su tarea de borrar la impresión de nación excepcional de USA y someterla a los dictámenes de regulaciones internacionales, a cargo de un ente como las Naciones Unidas.

A su juicio la era del petróleo ha terminado. Considera que el aceite no solo contamina el ambiente, sino las mentes humanas y estimula la codicia de las Siete Hermanas, las grandes petroleras internacionales y sus filiales. Comparte la teoría de la conspiración que atribuye a dichas compañías el control de la economía mundial en todas sus fases.

Al petróleo quiere sustituirlo con el viento, el sol, las algas y las olas del mar. No dice qué ocurriría si de pronto el petróleo deja de usarse, pues esas opciones no sirven para mover automotores ni para reemplazar, por ejemplo, la petroquìmica presente en todas las invenciones de la época moderna.

Acaba de decir, en su arremetida contra toda noción de empresa privada con derecho a lucrar por sus inversiones, que hay que castigar a las petroleras suprimiendo los subsidios que reciben para sus inversiones. Los precios de las gasolinas se han duplicado en los tres años de su gobierno y esta receta dice que servirá para reducir el déficit fiscal.

Es un disparate. Debido a las restricciones de los demos ambientalistas, la inversión petrolera para explorar, explotar y refinar petróleo se ha reducido dramáticamente en los últimos 30 o 40 años, por lo cual la importación de crudo y refinados constituye ya el el 80% del consumo. Los subsidios se crearon para estimular la inversión, aumentar la oferta y reducir los precios.

Si las petroleras continúan siendo hostigadas, preferirán invertir en zonas más favorables. La demanda de consumo crece aceleradamente a nivel mundial con China, India y otras naciones de economía emergente. Lo lógico sería dejar en cero los impuestos para que aumente la producción interna de crudo y refinados y reducir a cero las importaciones.

Pero esta lógica no funciona con Obama. Él piensa en la conspiración como el autor del folleto de hace decenios El Festín del Petróleo, Jaime Galarza, ecuatoriano. Pero no está solo en esa visión. Lo que deja atónito es que igual piense, por ejemplo, Bill O’Really, el más popular de los comentaristas y entrevistadores de la TV en este país.

La mayoría del Tea Party tiene una idea distinta del petróleo y de las empresas que lo buscan y procesan: sus beneficios son tantos, que sin llegar al extremo de llevarlo a un altar para adorarlo (como lo hizo el “Bombita” en el Ecuador), hay que admitir que descubrirlo y explotarlo ha hecho al hombre más libre y más próspero.

¿Cómo revertir el proceso demoledor de Obama? La respuesta se complica por la complicidad de los mayores medios de comunicación, que lo respaldan de modo nada profesional. El Presidente miente, como miente en el asunto energético, como miente sobre su lugar de nacimiento y sus preferencias politicas -pero el periodismo calla.

En vista de que la campaña de reelección no puede basarse en logros (malos para la mayoría, buenos para la minoría radical), se ha dedicado a explotar el racismo y la lucha de clases, mintiendo. Su veto a la construccción de un oleoducto desde el Canadá al Golfo de México para abastecer de crudo a las refinerías, su veto a las perforaciones en el Golfo y en otros puntos clave del país, dice que no es factor para el alza de las gasolinas.

La razón, según él, está en la codicia especulativa de las petroleras (que dan al fisco 80 millones de dólares por día en impuestos), a las que hay que exprimir para que paguen más impuestos. La explotación en tierras del Estado ha bajado en 100 millones de barriles por culpa de las restricciones. ¿Cómo se aspira a que con estas políticas bajen los precios de los derivados?

Un vigilante latino con apellido gringo George Zimmerman, mató a un joven negro en un incidente aún no esclarecido, pero Obama se adelanta y dice que esa muerte le duele como si hubiera sido la del hijo suyo que no tuvo (tiene dos hijas). El vigilante sostiene que actuó en defensa propia, podría ser absuelto, pero ya se desencadenó la ola de marchas en defensa de la raza negra “mártir”.

Igual ocurrió cuando un policía blanco arrestó a un catedrático negro, por una contravención. Obama dijo que la acción era por acoso a la raza. Luego se aclaró en favor del policía y el gracioso presidente no pidió perdón pero invitó a uno y otro a un vaso de cerveza de conciliación en los jardines de la Casa Blanca.

Newt Gingrich, todavía en la campaña para las primarias republicanas, dijo con acierto y sin demora que la declaración de Obama en el caso del vigilante era una desgracia, por su connotación racista. Para O’Really, que funge de independiente, lo dicho por Obama reflejaba un verdadero dolor de padre y nada más. ¿Habría dicho Obama lo mismo si la víctima era un joven blanco y el victimario un negro?

Entrevistado por O’Really sobre el tema, Gingrich cedió ante el Zeus de la TV y no se reafirmó en su condena a la connotación racista del presidente. Y eso ocurrió en Fox, más al centro que otros sistemas de TV que no ocultan su obamismo izquierdista. Según se ha comentado, si Obama no contara con ese respaldo del periodismo, acaso sus probabilidades de reelección estarían por los suelos.

Pero no lo están. Los republicanos no deciden aún cuál candidato será el que enfrente a Obama en noviembre. Los del Tea Party no quieren a Mitt Romney y hasta el momento reparten sus votos entre Rick Santorum y Newt Gingrich, aparte de los pocos que van a Ron Paul. Rick y Newt sumados tienen más votos que Mitt.

Pero el establishment del partido quiere a Mitt, quien hasta la fecha nunca ha acumulado más del 30% de los sufragios, no obstante una campaña propagandística que arrancó hace seis años y supera en dinero hasta siete veces más que el acumulado de sus rivales. Lo que si sigue acumulando es el respaldo de grandes nombres del partido.

El primero fue John McCain, que perdió ante Obama en el 2008. Luego papá Bush, su hijo Jeb y acaba de hacerlo Paul Ryan, fruto del Tea Party y autor de la proforma presupuestaria niveladora del déficit, presentada para llenar el vacío de proformas de este régimen en más de 1.000 días.

Marco Rubio también ha endosado a Romney. Lo ha exaltado diciendo que es un conservador auténtico, que lo probó siendo gobernador de Massachussetts. Pero precisamente la resistencia del Tea Party a Romney se debe a que en dicha función apoyó el aborto, el matrimonio gay y otras regulaciones opuestas a los principios del movimiento en materia fiscal y, sobre todo, en materia de salud pública.

Si a la postre los esfuerzos del establishment se imponen y el nominado es Romney, su talón de Aquiles será el romneycare, como precedente e inspirador del obamacare, no importa cuál fuere el fallo en junio de la Corte Suprema de Justicia sobre su constitucionalidad.

Obama lo demolería en ese tema. Y también sucumbiría ante la campaña que Obama ha puesto en marcha de odio a los ricos, de odio a las empresas privadas, de rechazo a la injusta distribución del ingreso. Romney es por antonomasia el poseedor de todos esos males causantes, según él, de la pobreza, especialmente de los de la raza negra. Y por añadidura ha prometido, como McCain, no batallar con Obama en lo personal, que es el factor mas vulnerable de este misterioso individuo. En otras palabras, "no hara olas", como lo quiere el establishment.

La evidencia de que Romney no es visto favorablemente por el Tea Party, podría repetirse en la población en general al momento de votar en noviembre. Hay quienes creen que Obama es tan negativo (para los que piensan como ellos) que cualquier candidato republicano lo ganaría. La verdad podría ser otra si se recuerda que la “mafia” de Chicago puede hacer “milagros” de cualquier naturaleza por defender a su escogido.

Rick Santorum, segundo en la contienda, denota muchas flaquezas. Una de las últimas fue decir que aceptaría acompañar a Romney como candidato a la vicepresidencia. ¿Qué respondió Romney a un comediante que le preguntó en la TV al respecto? Quizás, dijo, podría escogerlo para secretario de prensa...

En cuanto a Newt Gingrich, el más solido intelectualmente, cada vez se debilitan más sus posibilidades de disputar la nominación a Romney. Ya no tiene dinero, redujo su personal a un tercio y ahora su mirada está puesta en conseguir delegados electorales para una eventual pelea en la Convención del partido en agosto, si Romney no alcanza hasta junio el mínimo de 1144 delegados.

Son incógnitas imposibles de predecir. El establishment pugna por evitar que se llegue a la Convención abierta, pues podría peligrar su candidato. Pero la verdad es que Romney no entusiasma, no arrastra. Es igual o peor que el anterior candidato del establishment, McCain y muchos preferirían no volver a desperdiciar esta vez su voto por un perdedor.


Saturday, March 24, 2012

NOSTALGIA DEL PASADO

Parece que la ola epidémica que pugna por un retorno al pasado, sigue contaminando y esparciéndose por el mundo ante la mirada estupefacta, consternada e impotente de algunos, que al parecer son cada vez minoría.

No es evocación de un pasado romántico reflejado en las buenas novelas, inolvidables algunas, ni en los recuerdos más felices de nuestros ancestros. Es lo contrario, es una incomprensible búsqueda de modelos políticos que históricamente siempre se quiso superar: autarquías en las que unos pocos privilegiados gobiernan para los demás, sin el derecho de réplica.

Según tales modelos, todo es regulado sin oposición y la voluntad del Inca, rey, emperador, tirano o dictador tiene que acatarse a cualquier precio. El discernimiento popular, o sea la libertad para pensar, escoger y decidir se desvanece y el “dolor” y el “peso” de pensar lo asume el autócrata.

La humanidad ha luchado desde tiempos inmemoriales para modificar ese esquema de dominación de unos pocos sobre los más. Por cierto que la convivencia exige una cesión concertada y colectiva de poder de uno pocos en beneficio de regulaciones para evitar fricciones, disturbios y batallas.

Pero el problema eterno ha sido que quienes llegan al poder generalmente se adhieren a él y no admiten cuestionamientos cuando afloran los excesos. El poder es como una droga que distorsiona la visión de la realidad(cratopatia): frente a las críticas, la droga no induce a la moderación sino al uso cada vez más intensivo de la droga del poder.

Eso ha ocurrido no únicamente con seres mediocres, sino con personajes de talento excepcional, como Napoleón, Julio César y otros líderes que accedieron al poder no solo por la fuerza, sino por alguna forma de votación o consenso popular, sucedánea por lo general de una convulsión social.

La noción de autoridad, a cualquier nivel, está unida a la capacidad de ejercerla, en el mejor y más pacifico de los casos por la fuerza de la ley. Pero aún dentro del marco legal, una autoridad no está inmune a no exceder los límites de esa autoridad. Pero en estos casos, los excesos tienen un sistema de control que la misma ley señala para evitarlos y para prevenir la impunidad.

Pensadores como el inglés Locke o el francés Montesquieu entendieron ya en el siglo XXXVIII que esa tendencia al uso y abuso del poder era inherente a la condición humana y que la única solución para bloquearla debía basarse en arbitrios igualmente humanos, no míticos, mesiánicos ni utopistas.

¿Cuál la fórmula? La que propusieron y que luego se aplicó, de manera práctica y efectiva, en los Estados Unidos. En síntesis, se consideró que el poder de los gobernantes emana de la voluntad popular por lo cual tenía que ser alternativo y, para evitar abusos, debía fraccionarse en tres fuentes de poder: una para legislar, otra para aplicar la ley y la tercera para solucionar conflictos de aplicación de la ley,

Desde que comenzó a operar el sistema en los Estados Unidos en 1776, la garantía de libertad para pensar, comerciar, inventar y emprender generó la sociedad más próspera, estable y generosa en la historia del hombre. Pero la evidencia de este hecho, irrefutable, no ha bastado para silenciar y aislar al utopismo.

Con Locke, Montesquieu y los fundadores de USA jamás se aspiraba a crear una sociedad perfecta. Pero si a una sociedad más abierta a las libertades y a las oportunidades para prosperar por medios pacíficos de competencia y de intercambio comercial y de ideas. La condición humana impredecible y ahita de claroscuros no iba a desaparecer, pero si a atenuarse con la aplicación de la ley.

Los utopistas, desde Platón a Marx, han sido rehacios a la realidad. En todos los casos pretenden ser dioses capaces de modificar la condición humana proclive tanto al bien como al mal, a la excelencia como a la depravación, para recrearlo sin defectos si acepta vivir en la utopía del mundo feliz...regulado y controlado por ellos con la imposición de la fuerza.

Mas todos los ensayos en esa dirección han fracasado. La promesa de un mundo feliz que presuponga la cesión de poderes absolutos a la autoridad y sus pocos escogidos, se ha disipado siempre en caos, cuya única salida ha sido casi sin excepción la violencia de los oprimidos. Pero cuando la autarquía es sustituída por otra autarquía, la miseria y el terror se repiten y adviene otra idéntica etapa de inestabilidad.

En los Estados Unidos, del cual emana el modelo de república democrática, capitalista y liberal, el influjo de los utopistas (socialistas, fascistas, democradicales) ha ido minando la solidez del sistema a través de la enseñanza pública, las universidades, los juzgados y los principales medios de comunicación audiovisual y escrita.

La estrategia de desintegración, inspirada por Marx y el leninismo, comenzó a esparcirse a comienzos del siglo pasado con el presidente Wilson y luego cobró fuerza con el partido demócrata y principalmente con los largos periodos presidenciales de Franklin D Roosvelt y más tarde de Lyndon B Johnson.

Poco a poco el concepto de que el individuo es dueño de su destino y que si se le rodea de iguales oportunidades para que desarrolle sus talentos en el comercio, el arte, los deportes o el entretenimiento, los beneficios son buenos no solo para los artífices de ese progreso sin para la colectividad, se ha ido desvaneciendo paulatinamente.

Aún cuando hasta hace pocos años la izquierda radical ha sido minoría en este país, sin embargo ha logrado conquistas legales que han favorecido la ampliación del poder del gobierno federal para crear el “social welfare” o sociedad de bienestar, que desalienta la formación de la riqueza individual y colectiva, en aras de una sobreprotección no financiada.

Pero esa minoría radical, sin embargo, acaba de llegar al poder en la Casa Blanca en el 2009 por extrañas circunstancias políticas y su misión, desde un principio, ha sido acentuar la destrucción del sistema capitalista bajo la convicción proclamada pública e internacionalmente de que es un sistema injusto, al que hay que “transformar”.

Transformar no reformar. Las imperfecciones propias de toda obra humana como lo es la república, no las quiere corregir porque en concepto de él y de su grupo, hay que enterrar el sistema para reemplazarlo por uno justo y perfecto: el socialista/fascista/utopista, en el cual una de las claves sea la redistribución de la riqueza.

Barack Hussein Obama, el instrumento de la transformación, tiene para su ideología logros espectaculares. La deuda pública supera a la riqueza nacional y tiene que apoyarse en compradores de bonos de China y Japón. Más de la mitad de los ciudadanos no paga impuesto a la renta, el número de los recipientes de foodstamps y subsidios se ha triplicado y la solución al déficit creciente es crear más impuestos a los ricos y más gasto fiscal.

El welfare state ha ahogado a Europa, con los ejemplos salientes de Italia, Grecia, España y Portugal. El socialismo de la URSS se quebró a los 70 años en 1989 y el caudillismo castrista en Cuba, con más de 50 años, está en la cloaca de la historia. Los fascistas de Ecuador, Venezuela, Nicaragua, Bolivia y Argentina van por el mismo camino.

El golpe de gracia al sistema en USA lo dio Obama con el obamacare, que eliminaría la libre competencia en la provisión de servicios de salud, que ha convertido a este país en líder en la materia. El reemplazo es salud para todos, pero con provisión autorizada por burócratas y financiada con más deuda trillonaria.

La obligatoriedad en la compra de seguros de salud, inclusive para los jóvenes o ricos que no lo desean, es inconstitucional. La Corte Suprema de Justicia iniciará esta semana un alegato en tal sentido, para fallar este verano, pero pocos creen que la ley vaya a ser detenida. Los costos por las primas de salud se han elevado y es un hecho la eliminación de seguros compartidos por las empresas privadas y sus empleados.

Lo que ha ocurrido con la propagación del welfare state ha contagiado a otros aspectos culturales. La proliferación del uso de anticonceptivos ha reducido las tasas de natalidad y ha debilitado la posición de la mujer frente al hombre. El número de madres solteras se ha disparado a casi el 75%, con irreparable desmedro para la economía del hogar y la crianza de niños, sin padre.

La institución familiar también se ha vulnerado, con la “revolución sexual” promiscua iniciada en la década de 1960 y con la exégisis diaria del homosexualismo en diarios, revistas, estaciones de TV y radio, escuelas, colegios y universidades. Ser homosexual y apoyar al matrimonio gay es moderno, es bueno, es plausible según los medios.

A lo cual se añade la neo cultura de la muerte, favorecedora del aborto como un “derecho” de la mujer. Las dictaduras de Hitler, Lenin/Stalin y Mao han sido calificadas como abominables por el exterminio de seres humanos a los que se juzgaba enemigos del régimen. Ahora, en plena República y con subsidio fiscal, el radicalismo extremo extermina a seres indefensos sin cuyas vidas se corrompe y debilita aún más a esta nación.

Los opositores de Obama y su concepción fascista del Estado pertenecen al partido republicano, más independientes de pensamiento afin. Ahora el GOP está engolfado en las elecciones primarias para escoger al candidato presidencial que trate de obstruir a Obama. El panorama es incierto, pues el “establishment” del partido quiere que se seleccione a Mitt Romney.

Pero los realmente anti Obama del partido no lo quieren, pese a que Mitt está de puntero en la lid que a él ya le cuesta 40 millones de dólares, más del triple que sus rivales juntos. Pese a sus esfuerzos no logra ganarse a esa fracción vital del electorado. Este se divide hasta hoy entre Rick Santorum y Newt Gingrich.

Santorum gana adeptos por la defensa de principios sociales sobre la familia, la defensa de la vida, el derecho a la libertad religiosa. No obstante, ha tenido errores crasos como el de indicar que si no gana él, no vería mal que el voto republicano se vaya con Obama o que Puerto Rico, si se pronuncia por la estatidad con USA, tendría que renunciar al idioma español.

Romney no se queda atrás. Su principal asesor acaba de decir que una vez nominado no le será problemático quitarse la careta de conservador y ponerse la de moderado liberal, para ganarse a los independientes. Antes dijo que, como empresario próspero, se siente feliz cuando de cancelar a empleados innecesarios se trata.

Gingrich continua en la disputa electoral, pese a su tercer lugar. Es el más coherente, imaginativo y terminante en sus pronunciamientos. Fue el primero que enfrentó directamente a los medios izquierdistas, el primero que acusó a Obama de atentar contra la libertad religiosa (del catolicismo en particular), el primero en denunciar la elevación de los precios de la gasolina (callado por los medios) como resultado de las medidas negativas del mandatario en lo energético.

Newt fácilmente se colocó de líder en la campaña hasta comienzos de este año. Brilló en las primarias de Carolina del Sur, pero a raíz de su silencio frente a una acusación impertinente de Romney en TV, perdió en la Florida y de allí su actuación ha declinado. Pero no sería cuerdo eliminarlo. Mitt y Rick están mutuamente destrozándose y ninguno de los dos acaso llegue al mínimo de 1144 delegados electorales para la convención de Tampa.

En ese caso, la decisión para elegir al nominado quedaría abierta para agosto. Si ni Romney, el moderado que podría ser una reedición de John McCain ni Santorum, cuya radicalismo de derecha desalienta a muchos republicanos, no convencen, acaso la solución sería Gingrich. De otro modo Obama podría ser reelecto para así acelerar el retroceso de la historia, en marcha desde el 2009.



Tuesday, March 13, 2012

OPUESTOS A UNA LIBRE ELECCIÓN

Es curioso observar que en el partido Republicano de los Estados Unidos exista una presión constante del denominado “establishment” para imponer contra viento y marea al candidato escogido por ellos desde hace casi un año o más, Mitt Romney.

Porque el GOP (sus siglas) se ha caracterizado precisamente por abogar por las libertades en todas sus expresiones y en, por cierto, el mecanismo de la libre elección por el voto popular para designar a los representantes de gobierno en los niveles local, estatal y federal.

Ahora está en marcha un fascinante proceso de selección del nominado por el partido para competir en las elecciones presidenciales de noviembre próximo frente al actual presidente, Barack Hussein Obama. En cada estado los votantes deben decidir por su favorito y ello se traduce en el número de delegados electores para la Convención final.

Mitt Romney, ex gobernador de Massachussetts y mormón, fue derrotado en su intento de buscar la nominación en las primarias del 2008, que las ganó John McCain, luego vencido por Obama. Desde ese mismo año, Mitt se trazó un objetivo que lo persigue con obstinación mormona y la ayuda de su gigantesca fortuna personal: la nominación presidencial.

En su prolongada campaña ha invertido de su bolsillo más de 40 millones de dólares y a ello se suman otros millones del “establishment” que lo respalda, en la banca y en las grandes corporaciones. El “establishment” abarca a los muy bien avenidos con el status quo de Washington, su gran gasto fiscal y el intercambio de favores entre quienes controlan el medio burocrático capitalino.

Romney tiene un pasado poco conservador. Es más bien un “liberal” converso de última hora, entendiéndose aquí ese término como el de los de la izquierda demócrata radical. Fue el creador en su Estado de un sistema estatal de provisión de salud obligatorio, que Obama imitó para extenderlo a todo el país.

Esta ley, que se aprobó cuando los demócratas tenían total control de las dos cámaras del Congreso (en el 2010 la de Representantes alcanzó mayoría republicana), forzando y violando procedimientos, es repudiada por la mayoría de norteamericanos y estados y su objeción por violatoria de la Constitución (al exigir un mandato de servicios) ha sido aceptada por la Corte Suprema de Justicia. Se espera su dictamen para junio.

También Romney ha apoyado leyes en favor del aborto, los matrimonios gay y similares medidas que son rechazadas frontalmente por el GOP. Hoy Mitt ha cambiado su retórica y quiere ganarse los votos republicanos con una imagen de conservador puro y una feroz y multimillonaria campaña en contra de sus rivales de partido, Newt Gingrich y RickSantorum.

Newt logró una espectacular victoria en South Carolina, pero perdió en el siguiente estado, Florida, debido a su desconcierto en un debate previo por TV, en los que siempre ha descollado y por los avisos negativos y sin base de acusación de Romney. Su recuperación es lenta, pero quien ha sacado ventaja de la situación es Santorum.

Nadie se fijaba en él al inicio de la primaria. Pero ha ido escalando posiciones a medida que Romney ha seguido mantenéndose estable en un mismo nivel mediocre de aceptación, que bordea el 30% o 35%. No obstante, Mitt continua a la cabeza, con casi 500 delegados.

Para alcanzar la nominación en la Convención de Tampa, en junio, al menos 1144 votos se necesitan. El “establishment” y sus portavoces están nerviosos. Si la contienda con Newt y Rick (además de Ron Paul, que no cuenta) continúa, hay el peligro de que Romney no alcance la cifra mínima y entonces la Convención quedaría abierta a votación libre.

Los resultados serían obvios: el elegido sería cualquiera menos Romney, ya que los votos anti Romney de Newt, Rick y Ron más que duplican los que el candidato mormón ha logrado acumular tras cuatro años de campaña y millones de dólares en propaganda y organización.

“Sabios” analistas, como el derrotado McCain que apoya a Romney, dicen que si la batalla continúa, o sea si sus rivales no se hacen a un lado como él aconseja, Obama podría ser reelegido. McCain fue nominado en febrero del 2008 y Obama en junio y éste lo aplastó por lo que su argumento carece de validez.

Si a la Convención el GOP llega sin el mínimo de delegados para uno solo de los pre candidatos, la suerte se dilucidará en agosto, por libre decisión. Los mismos del “establishment” creen que dos meses, hasta noviembre, es muy poco tiempo para derrotar a la maquinaria mafiosa de Obama, que tiene billones de dólares, como los tuvo, sin origen claro, en el 2008.

Pero esa es una falacia. Si emerge como candidato Gingrich, o inclusive si es Santorum, dos meses son suficientes para desenmascarar a Obama y enterrarlo en las urnas. La economía está en zoletas, la deuda supera los 16 trillones de dólares (más que el PNB), la falsedad de su certificado de nacimieno ha sido formalmente denunciada con pruebas, la política externa está por los suelos y, para colmo, la gente maldice a diario por el alza imparable de los precios de la gasolina, fruto de las erradas políticas energéticas del régimen.

Las bases del GOP, se ha demostrado, no aceptan la imposición de Romney y quieren en su lugar a alguien que no deje dudas de que será idulgente con Obama y débil para confrontarlo en los debates, en los foros, en las urnas. Ese sentimiento, insatisfecho con Romney, es el que encarna el Tea Party. Lejos de haberse vaporizado desde las contundentes elecciones del 2010, está más vivo y latente que nunca en estas primarias.

El prolongado proceso de selección este año será beneficios para el GOP, no lo contrario. Ojalá se repita con el partido demócrata a futuro y sea imitado en otras naciones pro democracia. Es la mejor vía para examinar a fondo a los aspirantes, en todas sus formas internas y externas, a fin de que no quede resquicio de duda para la decisión final.

Esta noche habrá votaciones clave en Alabama y Mississipi. Romney dice que las ganará, aunque las encuestas reflejan números muy cercanos entre los tres, que Ron Paul no cuenta. Cualesquiera que fueren los resultados la contienda continuará hasta junio o agosto para sufrimiento del “establishment” y su séquito de agoreros y consejeros.

Ello será positivo para el partido, para el país y para poner en su sitio al “establishment” complaciente. El elegido no debe tener sombra de dudas para el electorado y para la finalidad suprema y principal de bloquear a Obama en su misión en marcha de destruir a los Estados Unidos como potencia líder de la libertad en el mundo. El candidato del “establishment”, Romney, no es ninguna garantía para lograrlo.


Friday, March 2, 2012

LA LIBERTAD NO ES DON DEL GOBIERNO

Los gobernantes y políticos de la línea autoritaria están convencidos de que la libertad no es un derecho natural de los hombres, sino una dádiva graciosamente concedida y regulada por parte de los regímenes de turno.

La Declaración de Independencia y la Constitución de los Estados Unidos de América tienen un concepto radicalmente opuesto al de los demócratas, aquí llamados liberals. Tales documentos consideran a la libertad como un derecho inalienable de inspiración divina, que ninguna institución puede suprimir.

Los “founding fathers” o fundadores de la Patria juzgaron que el bien más preciado que había que defender desde los inicios de esta nación eran las libertades humanas. Por el simple razonamiento de que la historia había demostrado (y sigue demostrándolo) que cualquier sistema de gobierno tiende a abusar del poder y perpetuarse si no se le crean restricciones.

¿Cuáles restricciones? La fórmula, tomada principalmente de John Locke y Montesquieu, consistió en fraccionar el poder que los ciudadanos conceden temporalmente a sus gobernantes, en tres ramas: la legislativa, para crear leyes; la ejecutiva, para ponerlas en vigor y la judicial para juzgar y sancionar contravenciones.

Los elegidos para tales funciones no tienen sino una delegación efímera de poder, indispensable para armonizar las distintas fuerzas internas de la comunidad. No son ellos las que otorgan derechos, como la libertad y la propiedad privada, sino que son los encargados de preservarlas. Pero los demócratas y afines piensan distinto.

Creen que los derechos naturales, como los citados que ampara la Constitución americana, no son tales, sino concesión flexible según el parecer de los gobernantes y las circunstancias. El Presidente Barack Hussein Obama, líder de esta tendencia, afirma que la Constitución es obsoleta y que debe cambiar para adaptarse a la modernidad.

Obama en ello no es original. En esa línea le precedieron los presidentes demócratas Woodrow Wilson y Franklin D Roosevelt, quienes declararon que había que incorporar en la Constitución los “novísimos” derechos de la justicia social, que implicaban igualdad en la educación, redistribución de ingresos, defensa compulsiva de la salud para todos y otras utopías.

El derecho natural a la libertad de los individuos, por lo mismo, había que regularlo, reducirlo y acomodarlo a la nueva ideología diseñada y aplicada según el parecer de unos pocos elegidos, irónicamente por voto popular. La batalla en esa dirección la han estado ganando de manera paulatina los demócratas desde los tiempos de Wilson y Roosevelt, pero ha dado un brinco violento y casi irrefrenable con Obama.

La cesión de las libertades se ha dado por la actitud acomodaticia y dócil de una mayoría de norteamericanos que no piensa así, pero que ha supuesto que ceder “un poco” ante el enemigo es garantizar la concordia. No ha sido así ni lo será jamás, pues como dijo el presidente Reagan, la democracia y las libertades son algo que hay cultivar y preservar hoy y todos los días, pues mañana puede amanecer marchita.

En aras de la justicia social, el demócrata Lyndon Johnson, con apoyo de los republicanos, creó el programa de Guerra a la Pobreza en el decenio de 1960. Cincuenta y más años más tarde y trillones de dólares tomados de los contribuyentes y malgastados, existe más pobreza en el país.

La estrategia de los liberals no solo se asienta en forzar el apoyo de la parte contraria. Lo hace autoritariamente, por sobre la tradición y las leyes, inclusive en este país de tan sólidas instituciones. La peor prueba es el Obamacare, programa de salud estatal que terminará con el sistema de provisión privada y competitiva para sustituirla con una versión regulada y financiado con recursos fiscales.

La aprobación se hizo con la oposición casi total de los republicanos en el Congreso (dos seudo republicanos definieron la votación) y con el repudio de la mayoría de la población, según las encuestas. La nueva ley, si no la rechaza la Corte Suprema de Justicia o un nuevo gobierno en noviembre de este año, entrará en plena vigencia a partir del 2013.

La mentira con que trató de venderse el proyecto fue que se abaratarían los costos de atención. Desde ya se está comprobando lo contrario. Y que se universalizaría la cobertura, lo cual también es falso. Se crearán comités que decidirán cuándo pueden ahorrarse costos si se niega la atención y curación a deshauhuciados, a viejos, a lisiados. En lo que no habrá restricciiones es en seguir fomentando los anticonceptivos y los abortos.

Dentro de la ley, Obama ordenó a todas las instituciones involucradas en los cuidados de salud que provean de anticonceptivos gratis a sus empleados, incluídas las entidades religiosas. La Iglesia Católica, seguida luego de algunas protestantes y judías ortodoxas, reaccionaron con energía a esta imposición y anunciaron que no la acatarían.

Obama pretendió rectificar su posición, eximiendo a hospitales y otros entes católicos de esa obligación. Pero ordenando a las aseguradoras de salud que doten gratuitamente de anticonceptivos a todos los empleados que la requieran. La Iglesia rechazó por igual este supuesto cambio, aduciendo que la Constitución prohibe al gobierno decirle qué debe y qué no debe hacer con respecto a sus principios.

Los anticonceptivos “gratis” no son tales, no pueden serlo. Los costos se cubren con fondos fiscales, con dinero de los contribuyentes. Una estudiante de la universidad católica de Georgetown, regentada por jesuitas, arguyó ante un comité del Senado que discute la controversia, que hay tanta actividad sexual entre los estudiantes, que la sola compra de anticonceptivos le representa como 3.000 dólares al año, lo que arruina su economía.

La minstra de salud de Obama, Kathleen Sebelius, “católica”, en el mismo debate sostuvo que el costo de los anticonceptivos se va a compensar con el ahorro que implica el embarazo y cría de niños. Los anticonceptivos están clasificados dentro de los programas de prevención de la salud, al igual que la ayuda para matar criaturas antes de salir del vientre materno.

Y no solo antes. Catedráticos de alcurnia de la universidad británica de Oxford, encargados de fijar normas de Ética para la prácrtica médica, acaban de dictaminar que es moralmente aceptable matar a un niño que nace con deficiencias no detectadas previamente, tal como es aceptable moralmente al aborto tradicional.

Obama, cuando era senador por Illinois, votó a favor de que se impida que las criaturas que sobreviven por una u otra causa al aborto, tengan derecho a vivir y ser protegidos. Eso, en términos penales, se conoce como infanticidio, que los de Oxford pretenden defender como una opción tan moral como el aborto.

El tema de los anticonceptivos y el derecho constitucional a que Obama respete la libertad religiosa, podría inclinarse por la tesis constitucionalista. Si tal ocurre, se podría especular que si la Iglesia Católica y otras instituciones contrarias al aborto batallaban con igual ahinco contra su aprobación contenida en la decisión Roe vs Wade de 1973, quizás otra habría sido la suerte de más de un millon de seres inocentes sacrificados cada año sin defensa debido a esa resolución.

(Si los medios de comunicación en el Ecuador hubieran actuado con más energía para defender una libertad de expresión que no es dádiva de Correa, otro habría sido el desenlace de tanta humillación, incluído el “perdón” (¿?) a El Universo y periodistas acusados)

En China, la doctrina un solo niño por familia ha significado en parecido lapso la muerte de 450 millones de seres humanos. Un alto funcionario se refirió a las estadísticas con orgullo, afirmando que eso demostraba cómo su país estaba favoreciendo al control de la población y la disminución de la pobreza. Como lo creen Obama y Sebelius.

Si la libertad es un derecho natural, más lo es obviamente el derecho a la vida, como así lo estipula la Constitución. Ese derecho está borrado con Roe vs Wade y este régimen quiere acentuar la tendencia criminal con más abortos financiados y fomentados por el gobierno, con dineros fiscales y más anticonceptivos y la píldora para el día siguiente, igualmente abortiva.

Si Sebelius quiere prescindir de la moralidad y concentrarse en la utilidad material de la no concepción, yerra también. En Europa, Japón, Rusia y en la misma China, los fenómenos demográficos derivados de la no concepción y el aborto son devastadores. La población cada vez envejece más, pero el crecimiento demográfico es negativo: se “producen” menos niños y por tanto menos jóvenes y mano de obra para mantener operativa la maquinaria económica.

La compensación de que habla Sebelius no se va a dar, si baja el crecimiento vegetativo en este país, que en alguna forma se compensa con la inmigración aún no contaminada con esta nueva religión de la muerte. Pero ¿hasta cuándo? Si la batalla es finalmente ganada por quienes opinan que la libertad no es un derecho natural sino una regulación administrada por el Estado, la grandeza de esta nación se extinguirá.

Hay signos escalofriantes: la dependencia a una u otra forma de dádiva del gobierno creció en un 23% con Obama, 67 millones de personas, a un costo fiscal de 3.5 trillones de dólares, solo comparable con los gastos de guerra en 1945. La deuda pública con respecto al PNB subió del 40.5% en el 2008 al 67.7% el año pasado, calculándose que excederá del 100% este año.

Políticas de “justicia social” han fracasado en Europa y fracasarán en los Estados Unidos. Allá, como aquí, se intenta salir de la crisis con más crédito, con más deuda. Lo cual es absurdo, está reñido con la lógica. Pero en Europa, por lo menos, se han percatado de los yerros en tanto que aquí Obama y su séquito quieren despeñar al país en ese precipicio de equivocaciones.

Imposible predecir al ganador de la actual batalla cultural. Los liberals, aún cuando son minoría, ocupan la Casa Blanca y manejan billones de dólares para la campaña de la reelección y una táctica rayana en mafiosa. En vista de que la economía está en receso, el arma de pelea es explotar la lucha de clases de “pobres” contra ricos y la negritud del mulato Obama.

Mientras tanto, en el lado republicano no se sabe aún quién será nominado candidato presidencial para disputarle a Obama. El favorito del “establishment” acomodaticio es Mitt Romney, pero de cerca le sigue Rick Santorum. Preguntado Romney a qué atribuía el surgimiento de Santorum, respondió: cualquiera que lance cosas incendiarias contra Obama logra repunte en las encuestas, yo no lo haré jamás.

Exactamente como John McCain, quien ordenó a Sarah Palin y al partido que no ataquen “a ese buen hombre” que es Obama, ni se mencione las pruebas fraudulentas de su ciudadanía o de su pasado desconocido como estudiante aquí y en Indonesia. ¿Resultado? Perdió.

Igual ocurrirá con Romney y la opción Santorum tendrá igual o peor suerte. La única personalidad sólida por sus convicciones, ideas y capacidad persuasiva es Newt Gingrich. Este “super” martes se sabrá si aún quedan esperanzas para su nominación. Si se concreta y si escoge a un negro como Herman Cain para la vicepresidencia, podría pensarse en una victoria sobre la cultura de la muerte y la autocracia.