Friday, February 17, 2012

NO CABE TRANSAR CON LO MALIGNO

Los ecuatorianos y particularmente sus principales medios de comunicación están sufriendo la falta de entereza que han tenido para enfentarse a tiempo y con resolución a los ataques contra las libertades del presidente Rafael Correa.

Tan pronto como Correa comenzó a vejar a los periodistas y a los medios, algo que coincidió con el inicio de su gobierno, los medios debieron optar unidos o por separado una estrategia para frenar a este personaje maligno, cuya misión ha sido destruir la frágil democracia imperante.

Pero prefieron adoptar una actitud cautelosa, acaso equivocadamente al creer que, por su calidad de mandatario, merecía “respeto”. Se limitaron a comentar tibiamente su desacuerdo, algunas ocasiones en la columna editorial oficial, otras a través de columnistas.

El caudillo se sintió así fortalecido y arreció en sus calumnias e insultos de arrabal contra medios y reporteros. Sus intervenciones en cadenas radiales de los sábados se convirtieron en cloacas verbales, que contradictoriamente han tenido amplio eco en los medios.

Con seres malignos como Correa no cabe transar ni negociar. O se les cierra el paso de entrada y firmemente, o se capitula. Y ese ceder se incrementa y alimenta sin barreras el ego y la voracidad de poder de quien asumió el poder por la vía democrática del voto popular.

La democracia es un sistema que hay que cultivarlo cada día y con pasión, sin desmayo y siempre alerta para evitar las manipulaciones desde dentro por quienes ansían más poder para sobrepasar leyes y regulaciones y el principio básico de que son solo encargados del poder por el pueblo, no sus monarcas.

Los medios de comunicación en una democracia no están en el plano de promover una acción violenta contra los gobernantes ineptos o abusivos. Pero si para bloquear con frontalidad sus espacios audio visuales y escritos si el gobernante desoye el mandato de respetar el derecho a la libre expresión, desencadenando al paso agresiones contra el periodismo.

Hace pocas semanas hubo una amenaza de censura contra uno de los más populares sitios del Internet, Wilkipedia. Sus dirigentes decidieron manifestar su oposición blanqueando el espacio usual y la amenza declinó.

¿Qué tal si los Diarios El Universo o El Comercio y las pincipales emisoras de radio y TV aplicaban recurso similar de autodefensa desde el momento mismo en que Correa hacía pública su postura autoritaria? Jorge Mantilla Ortega, cuando dirigía El Comercio, se negó a publicar un comunicado oficial ofensivo contra un diario de Guayaquil y contra la prensa y el periodismo en general. El Diario fue clausurado, JMO conducido preso. ¿Resultado? Al pocas semanas El Comercio volvió a imprimirse en sus propias rotativas, después de hacerlo como huésped en El Día y haber recibido el homenaje internacional por su entereza. Jorge Mantilla recibió la presea continental máxima por su defensa de la libertad de prensa.

En contraste, todo lo que ha ocurrido y sigue ocurriendo con Correa y los medios y los periodistas, es humilante para la profesión y para la dignidad humana. La sentencia condenatoria contra el Diario El Universo y sus tres propietarios ha sido ratificada por una corte al servicio de Correa. Tendrán que pagar 40 millones de dólares e ir a prisión por tres años.

Claro, dos de los tres personajes ya encontraron refugio en los Estados Unidos y el tercero ha pedido asilo en la embajada de Panamá en el Ecuador. Ha quedado a cargo de la dirección una profesora, que ha prometido al régimen “ahora si hacer buen periodismo”. Súmese a este caso el de dos jóvenes reporteros que tendrán que pagar sumas millonarias porque el libro que escribieron “ha herido espiritualmente” al líder, según la juez que sentencia.

Los afectados por El Universo buscan ahora la protección en la Corte de Jusiticia Interamericana, que no tiene poder para imponer nada a los gobiernos. Y afirman que “no se doblegarán” (¿?) ante Correa y que para pagar la deuda, podrán obtener un préstamo bancario...

La realidad de la farsa jurídica de este régimen, evidenciada en éstos y otros fallos (como aquel contra el columnista Palacio de El Universo), debería generar dos resultados: o un mayor silenciamiento y humillación de los medios, o una reacción finalmente de rebeldía. Pero no rebeldía que se trasunte en comunicados y artículos de opinión, que aunque bien pergeñados, resulten a la postre inocuos.

La AEDP, que junta a los propietarios de medios escritos y similares gremios de radio y TV, deberían recuperar el tiempo perdido y diseñar un boicot efectivo al gran insultador. Si no lo hacen, las protestas que esporádicamente se publiquen se irán con el viento.

Cuando Hitler emergió como dictador, los judíos optaron por acomodarse con la esperanza de que los presagios de horror no se cumplirían. Votaron por él en masa. Años más tarde millones de ellos fueron sacrificados en los crematorios del Holocausto. El Holocausto podría tener su segunda versión con Irán y las promesas de Ahjmadinejad de arrasar con Israel.

Los Estados Unidos de Obama ya no respaldan a Israel. El demócrata en la Casa Blanca quiere “transar” diplomáticamente con Irán, pero el pueblo judío, con las experiencias de la historia, están resueltos a ir solos a la lucha si es preciso para no repetir los errores de los años 1930 en Alemania.

En Venezuela, donde Hugo Chávez ha diezmado la democracia como en el Ecuador lo está haciendo Correa, los grupos opositores han tenido la sensatez de unirse y votar, a la manera norteamericana de una primaria, por un solo candidato para enfentar al dictador. Cuando la oposición lo derrocó con apoyo militar, la revuelta fracasó por falta de liderazgo civil.

En el Ecuador deberían imitar a la oposición venezolana. Aunque no se vislumbre por el momento un líder democrático de envergadura, sólido en sus convicciones y con el don de persuadir, tendrá que surgir más temprano que tarde cuando el pueblo se sacuda de la opresión ideológica y limosnera del actual régimen.

En esta situación el papel de los medios es clave hoy, como lo ha sido en el pasado. Una actitud vertical frente al déspota despertará simpatías y apoyo dentro y fuera del país, con más impacto y trascendencia que el recurso ante la cortes internacionales. Y ese cambio sin duda influirá en el pueblo para que despierte de su pasividad acomodaticia.

Carlos Mantilla Jácome, co fundador con su hermano César de El Comercio, solía decir siempre que le preguntaban por qué no se lanza como candidato a la Presidencia: no me interesa, esa función es temporal. Más poder tengo como Director del Diario.

Poder sustentado en valores democráticos, en la búsqueda y difusión de la verdad sin compromisos. Lo demostró en 1912 cuando la masacre de Alfaro, según se ha recordado en estos días y se volvió a demostrar con su hijo Jorge frente a Velasco y Camilo Ponce (su ministro de Gobierno) y en tantas otras ocasiones.

La debilidad, fruto acaso del temor, que ahora se evidencia frente a Correa tiene que ser superada para recuperación del prestigio de El Comercio, de los medios de comunicación en general y del periodismo, así como para la salvación del país. Caso contrario, Correa seguirá humillando a la nación.


Sunday, February 12, 2012

IGUALDAD Y JUSTICIA SOCIAL

Los postulados de igualdad y justicia social están corrompiendo el debate político en las democracias de inspiración liberal y democrática, al punto que pudieran debilitarlas hasta convertirlas en autarquías.

La confusión no es de vocablos, es de conceptos. Y no es nueva. Parte de una diferencia trascendental acerca de cómo mirar a la condición humana. Quienes consideran al hombre como lo que es, un ser individual distinto y único, no vacilan en admitir que los resultados de sus acciones tienen que ser también distintas.

En otras palabras, cada individualidad difiere de otra, aún si se tratase de gemelos o siameses. Como lo es todo en la naturaleza. Los humanos se tornan individualmente más diferentes conforme maduran y forjan sus propios destinos de acuerdo con sus particulares talentos y circunstancias.

El fruto de sus acciones, asi materiales como intelectuales, se traduce en propiedad. Lo que ha creado cada individuo con su esfuerzo adquiere valores sagrados y para defenderlos, se ha visto en el caso de concertar un acuerdo con los demás seres del grupo para garantizar ese derecho inmanente.

Ese acuerdo se traduce en gobierno, con facultades derivadas de leyes y reglamentos definidos por el conglomerado. La misión del gobierno, delegada por los conglomerados, es aplicar las leyes y proteger el derecho sagrado a la propiedad privada. Si el gobierno se excede en sus facultades los asociados no solo tienen el derecho sino la obligación de sustituirlo.

Estos conceptos claros fueron expresados hace mucho tiempo por el filósofo británico John Locke (1632-1704) y sirvieron de inspiración a Montesquieu y a los fundadores de los Estados Unidos, quienes lo citan casi textualmente en la Declaración de Independencia, la Constitución y los Derechos Civiles.

Locke veía que los seres humanos no eran iguales, pero advertía que todos, por la esencia divina de su individualidad, tenían si el derecho inalienable a la felicidad en igualdad de condiciones que los demás. En suma y con términos modernizados, Locke apoyaba no la igualdad de resultados, sino la igualdad de oportunidades.

Su teoría contrasta con las de Platón, Hobbes, More, Marx y otros, que creen factible la implantación de una sociedad homogénea, en la cual todos renuncian a su individualidad y la ceden a unos pocos privilegiados la opción de dictar comportamientos, costumbres, alimentación, gustos, así como la abolición de los sueños.

Cuando los políticos de izquierda quieren la justicia social, lo que en realidad quieren es implantar una sociedad única, uniforme e igualitaria en la que desaprezcan los contrastes de ingresos, de aptitudes y talentos. Lo cual es utópico y, como tal, inalcanzable, porque vulnera la esencia de la condición humana y porque todo intento por cambiarla ha fracasado.

Obama, Correa, los Castro, Chávez, Kim, Morales y parecidos dirigentes abogan por la justicia social y la igualdad. Pero lo que logran, con diversas gradaciones, es la reducción o supresión de las libertades. Nadie cede su individualidad por libre albedrío, sino por la fuerza, que puede ser ejercida de manera violenta o paulatinamente y dentro del sistema.

Mark Levin, en su libro Ameritopia, hace un análisis esclarecedor de esta última alternativa de cesión no violenta sino paulatina de las libertades, en favor de la “justicia social” e “igualdad”. Ya no es necesario predicar revoluciones a la cubana con el Che, sino manipular dentro de la estructura liberal y democrática la pulverización de las libertades.

Eso es evidente en Venezuela y Ecuador y comienza a advertirse en los Estados Unidos. El equilibrio de poderes propugnado por Locke y Monesquieu se resquebraja y, al menos en los dos países latinos citados, ha dejado de existir. El poder del ejecutivo es omnipresente y lejos de concitar el rechazo de los “conglomerados”, para impedir los excesos y buscar reemplazarlo, más bien logra respaldo en las urnas.

Con la falta de control, el gobernante atenta contra la propiedad privada, vía confiscaciones o impuestos abultados. No admite discrepancias ni la libre expresión de pensamientos. Los pocos medios de comunicación aún independientes, o se autocensuran o pierden influjo ante la arremetida de la propaganda oficial.

Locke y los fundadores de USA presentían esos peligros, propios también de la condición humana. La delegación del poder a uno o a varios, puede degenerar con el uso y el tiempo en los excesos. Ha ocurrido con seres tan brillantes como Julio César o Napoleón y ocurre igual con mediocres como Chávez o Correa.

En los Estados Unidos el sistema democrático ha prevalecido pese a las frecuentes amenazas internas y externas para destruirlo. No se han precisado ni de rebeliones populares ni de derrocamientos, ni siquiera en el caso de asesinatos a presidentes. La democracia se afirmó y la violencia no pasó de ser verbal, jamás con censura de medios.

Obama, por tanto, parece estar jugando con fuego. Los demócratas de extrema izquierda como él son una minoría, pero desde la Casa Blanca buscan contracorriente imponer la “justicia social” en aras de la “igualdad” a todo trance. A juicio de ellos, la Constitución de los Estados Unidos y la doctrina de los fundadores de la República son algo obsoleto que hay que modernizar. Una de las jueces vitalicias de la Corte Suprema, Joan Ginsburg, nombrada por Bill Clinton, acaba de aconsejar en El Cairo a los rebeldes egipcios que no se inspiren en la Constitución norteamericana para diseñar la suya, “porque es muy anticuada”. No incluye, dijo, el derecho a la igualdad y la justicia social...

Los demócratas en la Casa Blanca han elevado la deuda pública a 16 trillones de dólares, 5 trillones más en casi cuatro años. Y piden no menos gasto fiscal sino más impuestos a los “ricos”, lo que desalentaría la inversión y creación de empleos. El desempleo ha crecido, así como los subsidios fiscales a los desempleados.

La dependencia de los favores del Estado está dentro de la visión de los demócratas y utopistas de subordinar las individualidades al dictado de las élites en el gobierno. En el Ecuador lo puede hacer Correa con el alza en los precios del petróleo, que no implica esfuerzo nacional de ningún género. En los Estados Unidos, Obama lo está haciendo con el aumento de la deuda principalmente con China.

Pero estas situaciones artificiales no pueden perdurar indefinidamente y tienen que estallar más temprano que tarde. Como en Europa y sobre todo en Grecia, España, Italia y Portugal, donde se ha ensayado el modelo estatista socialista desde que concluyó la II guerra mundial. ¿Necesitarán los Estados Unidos de similares crisis para reaccionar?

No hay clara respuesta aún, pero casi tres centurias de inconmovible, de monolítica democracia en este país, dan lugar al optimismo. La incógnita, por cierto, solo se dilucidará en las elecciones presidenciales de noviembre próximo.


Sunday, February 5, 2012

LO PEOR QUE TIENE ROMNEY ES...ROMNEY

Una comentarista de televisión acertó al decir que el peor enemigo que tiene el pre candidato republicano a la presidencia, Mitt Romney, es...Mitt Romney. No es juego de palabras, es la verdad.

¿Cómo nominar por el GOP a quién dice que la existencia de los pobres en los Estados Unidos le tiene sin cuidado, porque tienen la limosna del Estado en “food stamps” (cupones para adquirir alimentos básicos gratis) o seguro de desempleo indefinido?

Mitt lo dijo, agregando que tampoco le preocupan los ricos, porque siempre están bien como él y que sus esfuerzos se centrarán en mejorar las condiciones de la clase media, que ha sufrido notoriamente los estragos de la crisis económica acentuada por el presidente Obama.

La desconcertante declaración de Romney la hizo en una entrevista por TV en el canal pro demócrata CNN y los intentos por aclarar su posición han sido vanos. Ha quedado en claro que el pre candidato, que hasta la fecha lleva la delantera en las primarias, dijo lo que dijo porque eso es lo que siente.

Acaso su enfoque es el de un gerente o administrador pragmático, que quiere ver florecer un negocio no importa a qué precio del capital humano involucrado. Es probable que tal empresario vea reflejadas sus medidas en un incremento de ventas y ganancias. Pero no es lo mismo administrar un negocio que administrar una nación.

Averiguado sobre cómo enfrentaría el caos en el mercado hipotecario, que ha arruinado precios y condenado a juicios de desocupación a millones de norteamericanos, Mitt contestó, como un gerente cualquiera, que él dejaría que el mercado opere, que los precios lleguen a su peor nivel para que así comience entonces la gente a volver a comprar y fortalecer los precios.

No es precisamente lo que la gente desesperada quiere oir de un líder que represente a un partido. Después de todo, la crisis surgió por la intromisión indebida del gobierno republicano en el mercado hipotecario y para salir de ella se requiere de medidas de gobierno, no para ahondarla como ha propuesto Obama, sino para rectificar y vigorizar al mercado.

¿Cómo? Primeramente deshaciendo las organizaciónes estatales Fanny Mae y Freddy Mac que originaron el colapso, al presionar a los bancos para que otorguen créditos hipotecarios inclusive a quienes no podían pagarlos, con garantía del fisco. La deuda no pagada se elevó a billones de dólares, pero los bancos no fueron afectados, ya que recibieron el subsido del fisco, con el respaldo inmoral de dos Presidentes, GW Bush y Obama.

Si bien los bancos privados no son los responsables dierectos de la crisis, son cómplices y algo tiene que hacerse para rehacer el injusto subsidio que se les dio. La fórmula planteada, entre otras, es la de reducir el tamaño de bancos descomunales como Bank of America o Goldman Sacks y dividirlos para que sirvan mejor a las comunidades, facilitando la posibilidad de unos y otros para renegociar las hipotecas vencidas.

Otra faceta deplorable de Mitt como gerente y no como líder fue decir que a él le fascina cancelar a la gente que lo merece. Lo dijo a propósito de las críticas de su rival Newt Gingrich de que así había procedido en el manejo de la gigantesca corporación Bain, cuando fue su CEO.

Se le acusa a Romney de haber liquidado muchas empresas de ese conglomerado dejando en el desempleo a miles, sin compasión ninguna y a cambio de jugosas ganancias. Él se defendió diciendo que de ese modo el grupo mejoró sus réditos, que no hay nada censurable en alegrarse con la decisión de despedir.

No es esa la visión de alguien que aspire a conducir a la más próspera nación del orbe, pero que al mismo tiempo es la más generosa y compasiva de la historia. La Casa Blanca no requiere de un analista financiero, sino de un humanista que sepa comunicarse con el pueblo para entenderlo y guiarlo hacia la prosperidad, no basado simplemente en las frías estadísticas de un contador.

Los asessores de Mitt y los del “establishment” que quieren impulsarlo a toda costa, le aconsejan cambiar de tono, medir mejor sus respuetas rápidas a los reporteros. En fin, le piden procurar ser...lo que no es. Lo cual a la postre no dará resultados, ni siquiera con lobotomía de última hora. Mitt no podrá jamás dejar de ser Mitt.

Al afirmar que le tienen sin cuidado los pobres, Romney expresó lo que siente, e igual en el caso de los despidos y la crisis hipotecaria. A lo largo de la campaña, insistentemente se ha auto elogiado diciendo que es un “outsider” de Washington, en contraste con Gingrich, que ha sido por años congresista. Pero quizás esa diferencia le sea contraproducente.

Si se trata de rectificar un sistema, un modo de vida y de visión que se considera negativo para la nación, como es el gobierno de Washington en sus distintas expresiones ¿cómo hacerlo eficientemente si no se conoce el sistema por dentro y a profundidad? ¿Está Mitt mejor preparado si su medio ambiente ha sido el de una oficina empresarial, con computadoras y auditores o Newt, ex presidente de la Cámara de Representantes que impulsó cambios fundamentales persuadiendo en ello al demócrata Bill Clinton?

Dentro de esa perspectiva, parece medular la propuesta de Gingrich para los electores no solo de las primarias sino de las elecciones generales que se realizarán el próximo noviembre. La disyuntiva es, dijo, escoger entre un moderado como Romney que a lo sumo podría convertirse en gerente de una quiebra, o un republicano de principios que busca recuperar para el país su tradición de prosperidad por esfuerzo individual, no del Estado.

Gingrich repudia la actitud de Romney frente a los pobres. Prefiere la tesis republicana de que a los pobres no hay que tenderles limosnas, sino facilitarles las oportunidades para que emerjan y asciendan en el escalón de la prosperidad.

El concepto demócrata de la compasión por los pobres es diferente. Desde los tiempos del presidente Lyndon Johnson el Estado ha gastado trillones de dólares en la lucha contra la pobreza y lo que ha conseguido no es erradicarla, sino acentuarla, especialmente entre los negros. Los “food stamps” han desalentado a los pobres a buscar empleo, exactamente como los extendidos seguros de desempleo.

Mitt, tras su negativa alusión a los pobres, dijo que apoyaría el alza del salario mínimo, ajustándola automáticamente al alza de la inflación. Es una medida típicamente demócrata que afecta especialmente a los jóvenes que se inician en el mercado laboral. Un ajuste automático desalentaría a los dueños de pequeñas empresas a emplear, elevando el desempleo aún más allá del 34% para ese segmento en esta época de recesión.

Los subsidios a los desempleados, aparte de agudizar el déficit, aumenta la dependencia hacia el gobierno. A mayor dependencia, mayor déficit por el mayor gasto fiscal. ¿De dónde provienen los fondos, dado que el fisco no es creador de riqueza? Simple: la extrae del sector privado, vía impuestos, o de la deuda externa, principalmente China.

El esquema se enmarca, como se ha destacado, en una ideología socialista según la cual el Estado tiene predominio sobre el individuo. Nace esa visión no de ahora, sino del utopismo que se remonta a los tiempos de Platón, Tomás Moro, Hobbes, el Manifiesto Comunista Marx/Engels y que está en el fondo de todos los sistemas de gobierno autoritarios y autócratas.

Obama se ha educado dentro de esa escuela. Cree, como lo estipula el Manifiesto, que la propiedad privada es intrínsecamente mala y causante de las desigualdades del mundo. Hay que destruirla, o disminuirla con toda suerte de obstrucciones, para fortalecer al Estado en la toma de decisiones en todo lo que concierne al mercado y a la conducta humana.

En términos más amplios, cree en el Gobierno Global regido por unos pocos que saben más que los demás para redistribuir la riqueza y terminar con las guerras, las controversias y el predominio de unas naciones sobre otras, singularmente los Estados Unidos, que se creen una nación excepcional en la historia.

El problema clave es que todos los ensayos utopistas han fracasado, porque se basan en el uso de la fuerza para suprimir la libertad de disentir de los dictados de la autocracia. No obstante esa evidencia, la idea del utopismo no ha desaparecido, como parecía insinuar el filósofo Francis Fkuyama al aseverar que la historia ha concluído con la caída del imperio soviético.

Quizás quiso decir que, tras el colapso comunista, ya no quedaban dudas acerca de cuál era y es el camino hacia la prosperidad de la especie humana: la democracia en libertad para producir, crear, discutir, viajar y elegir temporal y alternativamente a los encargados del poder. Poder que no podría ser centralizado, sino disperso en tres que mutuamente se controlen para evitar excesos.

Pese a las evidencias, hay quienes aún creen en el Gobierno Global como solución a las contradicciones del ser humano. Obama y los del establishment de los partidos republicano y demócrata, creen en ese mito, quieren perpetuar la utopía o bien con él o con Romney.

George Soros, un judío húngaro que escapó del Holocausto y se convirtió aquí en multibillonario, favorece el concepto del gobierno global y financia programas y movimientos orientados en esa dirección. A Obama le dió 24 millones de dólares para su campaña del 2008 y recientemente en Davos, Suiza, dijo a los “dueños” del mundo allí reunidos que estuvieran tranquilos, que el proceso electoral en USA va bien pues gane Obama (la reelección) o Romney, todo seguirá igual.

A menos que en la Convención del GOP en Tampa, en junio próximo, haya un vuelco en el partido y el favorito del establishment Mitt Romney, hasta hoy puntero en la lid, sea derrotado por Newt Gingrich. Faltan aún largos seis meses para dilucidar la incógnita.