Sunday, February 25, 2007

EL PRESIDENTE CORREA MIENTE


Cuando el presidente Rafael Correa del Ecuador dice en su última perorata radial de los sábados que la asamblea constituyente que él quiere no tendrá nada que ver con la asamblea que el presidente Hugo Chávez formó a su antojo en Venezuela, miente. Como miente cuando afirma que no imitará al demagogo venezolano ni a su “revolución bolivariana”.
Se diría que Correa está embrujado por Chávez, del mismo modo como Chávez quedó embrujado por Fidel Castro desde el primer instante que conversó por teléfono con él y más tarde personalmente en La Habana. Cuando la estrategia chavez/castrista para extender la “revolución” por América Latina se ha hecho evidente, Correa pretende simular y miente.
Ya como presidente electo, el actual mandatario ecuatoriano visitó a su mentor en Caracas y la agencia noticiosa española EFE informó de su discursos de total sumisión al caudillo venezolano. El Diario Hoy, de Quito, publicó el 22 de diciembre pasado una crónica al respecto. El párrafo más elocuente se lo transcribe a continuación, la crónica en su integridad está en el enlace:

"Gracias a Dios, iniciamos la senda al socialismo""Hemos estado aprendiendo mucho de lo que puede hacer el socialismo con un pueblo organizado, motivado, con la moral alta" y "gracias a Dios, el Ecuador ha iniciado también esa senda", explicó Rafael Correa a los trabajadores de un centro de producción comunitaria de Caracas. "Cuenten con el Ecuador para ese gran sueño bolivariano de una América Latina unida e integrada en este proyecto que Venezuela ya lleva ocho años (impulsando)". (EFE) Leer más

Como se lee, Correa invoca a Dios para anunciar que el Ecuador ha iniciado su tránsito hacia el “sueño” de la “revolución bolivariana” patentada por Chávez con la inspiración de Fidel Castro. ¿En qué consiste, en definitiva, la tal revolución? Existe la noción equivocada de que el revolucionario y las revoluciones plantean metas de cambio hacia adelante, para alcanzar condiciones de vida mejores para los ciudadanos.
Pero Chávez, como Castro y ahora Correa y allá en Bolivia Evo Morales, no han propuesto cambios para el progreso. La “revolución” a la Castro es un vuelco al pasado, una involución hacia un sistema y estilo de gobierno autocrático fascista, en el que el caudillo asume todos los poderes y suprime por la fuerza a la oposición.
Es farsa que Correa quiera una constituyente para mejorar la democracia en el Ecuador. Lo que quiere es disminuirla y suprimirla, cerrando al Congreso y silenciando y cercando a los que disientan con él sean los partidos políticos, periodistas y medios de comunicación o gremios de gente honorable como los que acaban de rechazar su propuesta creación de la provincia 23 de Santa Elena, para dividir al Guayas.
Chávez no busca el perfeccionamiento de la democracia, llena de falencias pero perpetuamente perfectible dentro del propio sistema. Anhela volver a convertirse en otro Pérez Jiménez. Correa, lo ha dicho, va a imitarlo y espera que la Constituyente de sus sueños le otorgue los poderes absolutos que la asamblea venezolana acaba de concederle a Chávez.
Fidel Castro, según revelan sus cartas recientemente publicadas en los Estados Unidos y que fueron escritas con anterioridad a su toma del poder y en años inmediatos, invocaba también a Dios como inspiración de su conducta. Pero lo que hizo y ha hecho en sus casi 50 años de tiranía nada tiene que ver con una vocación cristiana: la inmolación de casi 10.000 cubanos en el paredón y la presión y exilio para otros 2 millones de disidentes, la miseria para los restantes.
Si la asamblea que quiere Correa no es para consagrarle dictador, no por la fuerza de las armas sino de los votos y la manipulación como en Venezuela sino para mejorar la democracia que ha frustrado a los ecuatorianos, no habría necesidad de asamblea sino de una propuesta de cambios para mejorar ese sistema deteriorado, sin quebrar el existente.
Si quiere democracia, no puede prescindir de los partidos políticos, porque sin ellos no hay democracia. Al menos se requiere de dos partidos sólidos con opciones distintas, como ocurre en los Estados Unidos y otras naciones de probada institucionalidad. En resumen, uno de los dos partidos se inclina por una mayor intervención de los gobiernos para solucionar los conflictos de la sociedad, el otro por una menor ingerencia.
De la discusión generalmente surge un consenso centrista, que sin acabar con los logros del sistema, lo perfecciona. Para ello contribuye, además, el mutuo control y chequeo entre las funciones o poderes ejecutivo, legislativo y judicial. Los Estados Unidos es el mejor ejemplo de estabilidad no obstante las guerras internas y externas y los gravísimos conflictos entre las regiones, razas y avatares derivados de una sociedad abierta.
El Ecuador ha tenido muchas constituciones. Una de las mejores y que por más tiempo fue aceptada sin alteraciones, fue la de 1946. Pero el pueblo decidió no prolongarla tras la dictadura militar y en 1969 optó por una nueva. Entre otras de las innovaciones, suprimió las dos cámaras legislativas y las fusionó en una sola.
La experiencia fue y es negativa. Si Correa tuviera estatura de real estadista debería proponer la restauración de las dos cámaras como en la Constitución de 1946. Funcionó muy bien en el Ecuador, funcionaría mejor si se introducen ajustes siguiendo ejemplos de otros países, Estados Unidos por ejemplo. Esta nación no ha cambiado la “carta magna” en casi 300 años y ello explica la razón de su grandeza.
La multiplicidad de partidos ha sido contraproducente en el Ecuador. Pero no cabe una acción estatal directa para reducirlos y, peor, suprimirlos. Si Correa intenta desaparecerlos, es porque quiere un partido único, el correista, como el chavista o el fidelista o el comunista en la URSS y países de su órbita o el “nasserismo” de la RAU.
La metodología para reducir el número de partidos y al propio tiempo para fortalecerlos sería terminar con el subsidio estatal cuyas cuentas nadie revisa y cuyos resultados han sido de debilitamiento de los partidos. A futuro, los partidos tendrían que depender del aporte de sus afiliados y para ello tendrían que emprender en campañas proselitistas intensas y convincentes, para lograr más adeptos contribuyentes. Los partidos que fracasen se auto eliminarían.
La absorción autocrática de poderes en un caudillo retarda el crecimiento y obstruye la búsqueda de la prosperidad para un número cada vez mayor de ciudadanos. Conlleva supresión de libertades políticas y de inversión y creación de empleo y riqueza.
Los ejemplos de la historia pasada y reciente son claros. Las tiranías de estilo fascista comunista, que salieron de ese esquema y caminaron al de la libertad están alcanzando niveles de prosperidad insospechados y veloces. Aquellas que permanecían en el limbo de las democracias socialistas como India o Irlanda y luego optaron por abrirse, también vibran con economías dinámicas.
Los regímenes absolutistas, con las variaciones extremas de Corea del Norte o Cuba, han sumido a sus habitantes en la miseria. Los califatos árabes o locos regímenes como el de Irán, sobreviven por la dádiva externa de sus ventas del petróleo, cuya industria nació con la inversión de capitales y tecnología exclusivamente extranjera y occidental. Venezuela incluida.
Pero a estas alturas, Correa parece obsesivamente resuelto en su propósito populista y autocrático. No admite discusión ni oposición y utiliza vocablos de matón de barrio para contradecir a sus opositores, sean políticos o empresarios. Y no vacila en hacer viaje expreso para recibir el diesel de Chávez, como si fuera un regalo y afirma a dedo que promoverá la construcción de una nueva refinería estatal en Manabí.
Este economista diplomado en los Estados Unidos dice que se refinarán 300 mil barriles diarios para evitar la importación de derivados por 20.000 millones de dólares. Ya sabe el monto de la inversión 4.000 millones de dólares y serán las petroleras estatales de otros países latinoamericanos los que cooperarán en la construcción y financiamiento.
Es un retorno al pasado de errores. La refinería estatal se construyó en Esmeraldas contra toda técnica de ingeniería y mercado. Debió establecerse en algún lugar cercano a los mayores centros de consumo, Guayaquil y Quito. Ahora se quiere repetir la equivocación. Para abastecer del crudo tendría que construirse un nuevo oleoducto desde la amazonía y otros para llevar los refinados a los centros de consumo. ¿De dónde saldrán, además, los 300.000 bbl adicionales para la refinería?
Con la mentalidad centralista, se descarta la posibilidad de que una nueva refinería sea construida, diseñada y financiada por una empresa extranjera, para evitar así el gasto fiscal y garantizar la eficiencia y rendimientos a corto plazo. Prevalecerá el criterio iluso de crear un nuevo “polo de desarrollo” en Manabí, como los militares quisieron para Esmeraldas. Aquí nada se desarrolló, excepto unos pocos empleos: la molicie y la corrupción siguieron campantes.
Correa arguye que la nueva refinería corregirá la equivocación de tener que importar ciertos derivados que la de Esmeraldas no produce. ¿De quién o quiénes fue la culpa? No de los Estados Unidos, hay que aclarar, ya que los “gringos” nada tuvieron que ver con las decisiones. El culpable fue el Estado inepto. Y la ineptitud y los desaciertos se repetirán si Correa se impone.
¿Existe alguna esperanza de frenar a Correa a tiempo en su afán de retrasar el reloj del tiempo en el Ecuador? En abril se realizarán las votaciones de consulta sobre si se convoca o no a la asamblea constituyente, tropiezo democrático que con seguridad no halaga a Correa. ¿Y si triunfara el no? Y si el si triunfa, dada la carga emocional que hay estos momentos en el Ecuador ¿qué tal si los elegidos para la asamblea no aceptan convertirse en perritos falderos del presidente y se rebelan?
La lucubración luce interesante, pero ya estarán atentos los asesores chavistas y fidelistas para evitarlo. Soñar, de todos modos, no cuesta nada.

Friday, February 23, 2007

USA NO ES UNA NACION DE COBARDES

La empresa encuestadora The Moriah Gropu, que en el 2002 fue calificada como la Encuestadora del Año, revela que la mayoría del pueblo norteamericano no respalda el planteamiento demócrata de retiro inmediato de las tropas de Irak sin antes lograr la victoria.
El 57% de los encuestados afirma que los demócratas han ido demasiado lejos en su presión para que el presidente Bush ordene la retirada y el repliegue en la lucha contra el terrorismo, frente al 46% que opina en contra. En ese mismo porcentaje apoyan la tesis del jefe de Estado de permanecer allí hasta cumplir la misión.
Inclusive muchos que cuestionan varios aspectos de la conducción de la guerra, sostienen en un 56% (frente al 41%) que el pueblo norteamericano debe estar junto con el presidente Bush en Irak “porque estamos en guerra”.
Los resultados de ésta y otra encuesta con parecidos resultados, no ha sido difundida por los principales medios de comunicación escritos y audiovisuales, lo cual no extraña pues su actitud es abiertamente contraria a la lucha contra el terrorismo en Irak y Afganistán, o en cualquier otro punto donde se vea afectada la seguridad de los Estados Unidos.
Si así piensa la mayoría en este país ¿por qué las votaciones de noviembre pasado fueron adversas aunque por estrecho margen al presidente Bush? Las consecuencias fueron de enorme impacto, pues los demócratas recuperaron el poder en las dos cámaras del Congreso, tras un lapso de 12 años.
Los demócratas afirman que las elecciones de noviembre fueron un referéndum sobre la guerra en Irak y Afganistán y que el pronunciamiento fue inocultable: de rechazo total a la decisión de Bush y un respaldo al derrotismo. Con esa tesis, que no tendría discusión, los demócratas emprendieron en una campaña para declarar perdida la guerra antiterrorista y reclamar que los soldados vuelvan a casa lo antes posible.
Tal teoría, sin embargo, parece estar muy lejos de ser cierta. Las encuestas indican que el pueblo norteamericano no quiere repetir la aciaga desgracia de Vietnam, cuando los Estados Unidos perdieron por primera vez una guerra y no en el campo militar, sino en el político, en Washington.
¿Cuál la interpretación, entonces, de la pérdida de noviembre? Aún cuando tangencialmente se ha mencionado, probablemente la causa esté en el retiro del apoyo al partido republicano por parte de los inmigrantes, legales o no, en su mayoría de origen hispano. Fue un castigo fatal a los republicanos que lejos de apoyar la propuesta Bush para resolver el problema migratorio, lo execraron con tintes xenófobos.
Muchos hispanos, leales a Bush, se abstuvieron por ello de votar debido a la frustración, o en algunos casos inclusive votaron por los demócratas, rompiendo así el balance que favorecía a los republicanos y que todos los expertos y encuestas predijeron que se mantendría, horas antes de las votaciones.
Los comentaristas de amplio auditorio en la radio y la TV, como Rush Limbaugh, Bill O¨Really o Hannity se lanzaron en una feroz campaña para desprestigiar a la propuesta Bush. Ésta, en esencia, pedía y pide que los 12 millones o más de inmigrantes ilegales se sometan a un proceso de transición a la legalidad hasta conseguir o no la nacionalización y que, paralelamente, se establezca un sistema de admisión a trabajadores extranjeros con visa temporal.
Los opositores al plan afirmaban y afirman que el objetivo es la amnistía, o sea la consagración de la ilegitimidad frente a la legitimidad en los ingresos. Y pugnaban y pugnan porque la prioridad debe ser la seguridad de las fronteras, al extremo de propugnar que se levante un muro como el de Berlín a lo largo de la frontera de casi 5.000 kilómetros que separa en tierra firme con México.
Bush incansablemente ha dicho que la seguridad de la frontera se reforzará, pero que eso solo es una parte del problema. Lo que realmente favorecerá al sistema de modo transparente y legal será resolver paralelamente la situación de los ilegales que ingresaron con regímenes anteriores y regular eficientemente el ingreso de nuevos inmigrantes que vienen en busca de trabajo.
Los argumentos han caído en el vacío en el lado republicano e irónicamente parece que el plan Bush podría ser aprobado ahora que hay mayoría demócrata en el Congreso. Si tal ocurre, ello sería bueno ahora y lo será siempre, incluso para los futuros comicios locales, estatales o federales, de congresistas y de presidente y vicepresidente en el 2008. En otras palabras, con el respaldo restituido de los hispanos, la catástrofe de noviembre no se volvería a repetir.

Sunday, February 18, 2007

LA SOCIEDAD SOBRE LOS MERCADOS

El dúo Correa/Patiño, o sea el presidente ecuatoriano y su ministro de Finanzas o Economía, ha reiterado la promesa de encauzar al Ecuador en el socialismo bolivariano del Siglo XXI con el cual espera derramar la felicidad a manos llenas a los ecuatorianos inspirado y guiado por presidente Hugo Chávez de Venezuela.
La idea que tienen él y los suyos del socialismo chavista es muy confusa. El presidente Rafael Correa, que ostenta un PhD en Economía en una de las buenas universidades de los Estados Unidos, acaba de repetir que para conseguir ese socialismo “hará que la sociedad se sobreponga al mercado”. ¿Qué quiere decir con ello?
Aparentemente él y Patiño creen que el mercado es alguna maldición impuesta por los Estados Unidos para extraer los recursos de los países del tercer mundo, entre los cuales tiene destacada ubicación el Ecuador, a fin de hacer cada vez más ricas a las naciones imperialistas del primer mundo.
Añade Correa que la del Ecuador “es la sociedad más desigual del mundo” y que para igualarla “hay que cobrar más a los ricos (a los que califica con su jerga costeña como los “grande pelucones”) para subsidiar a los pobres”. En definitiva, se considera un Robin Hood del Ecuador para robar a los ricos para dar a los pobres.
Lo cual implica, por cierto, si no robar si poner más impuestos a los ricos para supuestamente favorecer a los pobres. Eso nunca se ha concretado. El alza de los tributos a los ricos jamás significa una transferencia automática de tales recursos a los pobres. La vía intermedia es el gobierno y esos recursos, por lo general, se quedan en el gobierno y su burocracia.
Pero aún si esa transferencia se diera, no generaría más riqueza a los pobres. El mismo Correa acaba de aumentar los bonos limosna de l5 a 30 dólares por mes para los “pobres”. La limosna no es inversión, no es por tanto productiva. Es un gasto inútil que se pierde en la alcantarilla, con costo para el contribuyente y sin beneficio real para el usuario.
Lo mismo ocurre con los subsidios, que consumen más de un tercio del total del presupuesto del Estado. No solo no beneficia a los pobres ni les significa un alivio a sus condiciones de vida, sino que gran parte va a beneficiar a los de altos recursos, por múltiples vías que esquivan la ley.
El mercado no es una entelequia. Existe en las sociedades capitalistas, en las comunistas, en las del tercero, primero, segundo o cuarto mundo. No es una fantasía, es simplemente un ambiente de encuentro entre seres humanos en el cual unos ofrecen un bien o servicio, a cambio de otro bien o servicio del interlocutor. Con la evolución del tiempo, esas transacciones se han facilitado con un bien de intercambio universalmente aceptado, el dinero.
La experiencia histórica ha comprobado que el mercado funciona mejor si hay una mayor libertad en las transacciones, es decir, entre la oferta y la demanda. Cuando hay escasez de un bien o de un servicio, crece la demanda por ellos y viceversa. Cuando se habla de sobreponer la sociedad sobre el mercado, se habla vaciedades. El mercado es la sociedad, la sociedad es el mercado.

En sociedades primitivas e inclusive en las actuales, el mercado se concreta en una plaza pública en la que se concentran los productores de un bien, como un alimento y quienes aspiran a adquirir ese bien. Cuando las relaciones adoptan una modalidad compleja se crean supermercados, bancos, lonjas, bolsas de valores.
Acaso lo que quiere Correa es convertirse él, con Patiño y sus muchachos, en el gran árbitro del mercado. Como Chávez en Venezuela. Con él los precios no serían fijados por la oferta y la demanda, sino por su compasiva visión de la sociedad. Si el arroz y las papas o la carne escasean y por ello suben de precio, él frenará a dedo ese precio y lo limitará para que nadie sufra por un precio alto.
Eso no es nuevo en el Ecuador, ni en América Latina, ni en sociedades donde hay regímenes autoritarios. Pero los resultados son desastrosos. La falta de competencia desemboca en taponamientos tanto de producción como de oferta y consumo. Para evadir el tope irreal de precios de mercancías y servicios adviene el contrabando, el mercado negro que es, al final, mercado.
Quizás también Correa esté pensando en los abusos que pueden ocurrir dentro de una economía de mercado, por ejemplo por la presencia de monopolios, oligopolios y carteles. Pero la solución no es suprimir los mercados, que es un imposible, ni intervenir absurdamente en ellos para entrabarlo, sino regularlo.
La regulación y control de abusos en el mercado se da por la ley. En el Ecuador hay leyes para ello, pero no se aplican. El resultado no ha sido que el mercado haya sido malo (no es ni malo ni bueno, es humano) sino que muchos no han cumplido la ley y lo han distorsionado con al protección del Estado. El llamado neoliberalismo no se ha aplicado en el Ecuador.
El utopismo de la igualación de las sociedades por la fuerza, hay que repetirlo, induce al autoritarismo, no a la igualación. En Venezuela, pese a la imprevista alza en los recursos del petróleo, esa tendencia populista a igualar resultados ya ha conllevado una inflación cercana al 20%, escasez en la oferta de alimentos, aumento en las importaciones, caída en las inversiones y producción empresarial. En general, al aumento de la pobreza.
Para proteger su utopía, Correa afinca sus esperanzas de revolución en la asamblea constituyente, varita mágica a la que se llegará previa la consulta popular para convocarla en abril. La asamblea se reuniría en octubre pero ni él mismo está seguro de que le sea favorable. Nada difícil que, para entonces, los elegidos que lo respalden sean una minoría. En ese caso, anuncia que renunciará,
¿Por qué no renuncia antes? El columnista Patricio Crespo Coello escribe hoy en el diario Hoy un interesante artículo en el cual exhorta a votar por el NO en la consulta. Si prevalece el NO, no habría asamblea y Correa tendría que marcharse a casa antes. El columnista aconseja a Correa trabajar por el NO y gobernar con la Constitución actual. Lo contrario, dice, podría condenarle a un gobierno inestable, pleno de frustraciones por la imposibilidad de plasmar en realidad el cúmulo de sus propuestas utópicas.

ESTADOS UNIDOS vs. ESTADOS UNIDOS

La Cámara de Representantes de los Estados Unidos aprobó una resolución por la cual se condena el envío de 21.000 tropas adicionales al Irak. Cuando el Senado votó la misma resolución la negó por estrecho margen.
No importa que la resolución en ningún caso tenga fuerza obligatoria. De todos modos, el hecho de que los congresistas acepten discutir el tema en momentos en que los Estados Unidos están involucrados en una guerra con autorización del Congreso, es desconcertante.
Probablemente no haya antecedente histórico en el cual se registre un hecho igual, esto es, que una nación en plena guerra contra el enemigo reciba si no la orden al menos la insinuación de que se detenga en media batalla, se resigne a la derrota y regrese a casa.
Lo sensato habría sido todo lo contrario: que el pueblo, juntamente con todos sus congresistas y periodistas de todos los medios de comunicación, escuelas, colegios y universidades así como la gente común, forme un bloque sólido de respaldo a los combatientes para que alcancen una victoria sin condiciones.
Esta guerra ha sido distinta a la que han iniciado por propia iniciativa los países imperiales del pasado como Grecia, Roma, Napoleón, la Reina Victoria, Francia, Bélgica, Alemania, Italia, Holanda, Rusia. Todos ellos no hicieron una guerra de defensa sino de conquista.
Estados Unidos no ha ido a Afganistán e Irak en ese plano. Tampoco fue ese el caso de la primera y segunda guerras mundiales. Ha actuado militarmente para defenderse del ataque de enemigos. Los extremistas musulmanes iniciaron la guerra contra los Estados Unidos no en septiembre 9 del 2001 sino antes, en el Líbano, en las mismas torres gemelas, en otros atentados por diversas regiones del mundo.
Lo del 9/11 fue, por cierto, el de mayor destrucción con la pérdida de la vida de más de 3.000 personas y descomunales pérdidas económicas. No cabía, pues, la respuesta pasiva del anterior presidente Bill Clinton. El nuevo mandatario con poco tiempo en funciones, WBBush, optó por la ofensiva y lanzó las tropas al combate de los terroristas en su propio terreno.
La decisión, autorizada casi unánimemente por el Congreso, dio frutos positivos de inmediato. La autocracia de los talibanes en Afganistán, que promovieron a Al Qaida para los ataques a las Torres en NY, fue derrocada. Igual ocurrió en Irak, cuyo dictador Saddam Hussein apoyó abiertamente al terrorismo y jamás reveló el destino que dio a las armas de destrucción masiva que utilizó para asesinar a centenares de miles de sus propios conciudadanos.
Esas armas, que nunca fueron puestas a órdenes ni control de las Naciones Unidas pese a las 17 resoluciones del Consejo de Seguridad en ese sentido, podían en cualquier instante ser utilizadas contra de los Estados Unidos. Ese riesgo no lo tomó el presidente Bush.
En lo militar, la derrota a Hussein fue rápida y fulminante. El dictador huyó, más tarde fue hallado, juzgado, sentenciado y ejecutado. Pero no por las tropas de “conquista y ocupación” sino por tribunales de los propios iraquíes, elegidos por ellos mismos según la ley. En Irak no se designó a un cónsul, pro cónsul o virrey. Fue el mismo pueblo el que acudió a las urnas y libremente eligió a sus representantes siguiendo el modelo parlamentario de inspiración británico europea.
Bush aspiraba y aspira para Irak, así como para Afganistán (donde hubo un proceso parecido de formación democrática de gobierno), a que en esos dos países se consoliden los regímenes popularmente electos y que sus fuerzas armadas y policiales logren garantizar la seguridad interna y externa de modo independiente y auto sustentado.
Esa meta no es una quimera. No obstante, ha sufrido tropiezos pero no porque la aspiración no sea noble y realizable, sino por la obstrucción del terrorismo. En el caso afgano los talibanes se han robustecido y refugiado en la maraña montañosa limítrofe con Pakistán y en el caso iraquí, por los terroristas sunis y del Al Qaida.
Para el terrorismo árabe, la consolidación de un estado libre y democrático en la zona infestada de emiratos y califatos es algo que no pueden aceptar. Lo dicen en todo momento, no solo por las vías secretas de comunicación del Internet, la radio o la TV, sino abiertamente en mezquitas y foros de Europa y los Estados Unidos.
Los árabes, escudados en el Corán, aborrecen todo lo occidental, entendido el Occidente como la cultura judeocristiana con la cual ha florecido la libertad, la democracia, la tolerancia y la prosperidad. Un Irak o un Afganistán en que los califas y el fundamentalismo musulmán dejen de regir y restringir las acciones de los subordinados, es impensable.
De ahí que Irán, Siria y extremistas de Arabia Saudita y otras naciones árabes estimulen y financien el terror en esos dos países. En Irak no han vacilado en dinamitar mezquitas y asesinar a árabes (no solo a “gringos”), si ello fomenta el caos y el miedo.
En Estados Unidos, mientras tanto, ni siquiera el atentado del 9/11 ni la guerra subsiguiente han afectado la vida normal y próspera de la gente. Al contrario, las medidas aplicadas por Bush de eliminación de impuestos y otras han acelerado el crecimiento económico, el empleo y la inversión, con niveles inflacionarios casi nulos.
Si alguna crítica se le podría achacar a Bush es que no ha comunicado al pueblo una verdadera sensación de que los Estados Unidos está… ¡en guerra! Acaso por ese error, la vida fácil del norteamericano común se ve enturbiada por las escenas y relatos concernientes a la guerra que se libra en un sitio lejano, que muchas veces ni siquiera puede ubicar.
Si tengo un buen empleo, ingresos que generan ahorros para viajar y disfrutar de la vida, si todo luce color de rosa ¿porqué diablos tengo que soportar una guerra que los demócratas y los medios me dicen que es equivocada, loca e imperial? Así parecen razonar quienes según las encuestas son contrarias “a la guerra de Bush”.
Pero Bush no actúa por caprichos, no es “su guerra”. Actúa por mandato de la Constitución y las leyes. La primera obligación como mandante es garantizar la seguridad nacional. Así quedó establecido en la Constitución con la cual los 13 Estados de la Unión Americana se integraron y unieron. En aquella época, el mayor peligro para la estabilidad de la Unión era la potencia imperial de la que se liberaron, el Reino Unido.
Ahora la amenaza proviene de los árabes, como hace escasos 60 o 70 años eran las naciones del Eje y más tarde la expansión comunista. Un presidente responsable no tiene alternativa, sino proteger a los Estados Unidos del enemigo más allá de lo que digan los medios de comunicación, los demócratas o las encuestas de opinión.
Los demócratas y algunos republicanos disidentes quieren forzar al comandante en jefe de las fuerzas armadas de USA a que admita la derrota en mitad del combate y no solo que no envíe refuerzos sino que llame a casa a las tropas lo antes posible. Hillary Clinton, aspirante a la presidencia, ahora dice que el plazo del retiro debe reducirse a 90 días. Ella, por cierto, aprobó la guerra en Irak en sus inicios, cuando era rentable políticamente hablando.
La aprobación de ir a la guerra era en el 2003 lo “patriótico”. Oponerse a ella es, ahora y según algunos lo “patriótico”. Los congresistas que buscan ser reelectos creen que ello les reportará votos. Pero acaso estén equivocados. Eso se vio en las elecciones de noviembre pasado en Connecticut, uno de los estados más “liberals”, cuando el senador demócrata Joe Lieberman ganó la reelección como independiente, por su posición favorable a la guerra.
En suma, Bush está consciente de sus responsabilidades. Lo que ocurra en el Congreso de los Estados Unidos es una disyuntiva no siempre grata que depara la democracia con la libre expresión del pensamiento, que no existe en naciones y movimientos árabes ahora enemigos declarados de los Estados Unidos.
Pero el tema que ha alentado la polémica ahora es el envío de tropas de refuerzo. ¿Qué tal si esas tropas ayudan a controlar al terrorismo en Bagdad y otros sitios conflictivos de Irak? Si ello sucede, como con seguridad quiere la mayoría de los buenos ciudadanos norteamericanos y el mundo, Irak y Afganistán se consolidarían y entonces, una vez autosuficientes, las tropas norteamericanas comenzarían a replegarse.
Es probable que ese repliegue, en las mejores condiciones, demore mucho más como en Europa, Japón, Corea. Pero vale la pena: ahora en Europa y Japón no hay guerras de conquista ni represalia sino integración, libertad, prosperidad y paz.
Eso es lo que quieren Bush y la mayoría de norteamericanos. No una guerra de conquista e invasión, sino de garantía de que naciones democráticas, como en Europa, se constituyan en el mejor antídoto contra la guerra.
Los Estados Unidos no tienen paralelo en la historia de la humanidad en cuanto al rechazo a la guerra. En la primera y segunda guerra mundial no querían involucrarse en la guerra. Eran prósperos, como ahora. El lío se ubicaba y fue creado en Europa. Pero fue imposible aislarse. Como ahora frente a la amenaza de extremistas que solo se someterán frente al poder de una potencia militar e ideológica superior.


Friday, February 9, 2007

GUTIERREZ LIDER DE LA OPOSICION?

Resulta irónico que en el Ecuador aparezca como líder de la oposición al presidente chavista Rafael Correa, nada menos que un ex coronel que fracasó como gobernante, al punto de tener que ser reemplazado por otro inepto, el médico Alfredo Palacio.
La ironía revela, además, la ineptitud mayor de la clase dirigente en el Ecuador responsable de haber creado un vacío de poder que ahora está siendo llenado por improvisados, demagogos o utopistas como el actual gobernante. Es una repetición de lo que ha ocurrido en Venezuela.
Cuando el Ecuador advino a la lista de países productores de petróleo allá por la segunda mitad del siglo XX y cuando a poco de ello el precio del barril comenzó a escalar de 2.50 dólares al doble, triple y más, el mal uso que se hizo de los excedentes petroleros desde un comienzo fue como en Venezuela.
Solo que la diferencia de producción, ingresos, despilfarro y corrupción había que multiplicar por 10 en “favor” de Venezuela. El esquema sigue idéntico y ahora se suma a la similitud el hecho de que ha llegado al poder en el Ecuador un “chavito” que quiere imitar en todo a su “patrón” venezolano Hugo Chávez.
Los epítetos y la analogía son del vicepresidente del Congreso del Ecuador, uno de los que integran el equipo opositor comandado por Gutiérrez. La comparación puede ser irritante para los admiradores de Correa, pero es cierta. Cuando Chávez llegó para acompañar a Correa en su cantinflesca posesión en un poblado indígena, el venezolano abrazó al ecuatoriano y lo calificó como su “muchachito”.
En las escenas de TV Correa resplandece de alegría, gratitud y sumisión. Pero la escena es humillante pues refleja la realidad de la relación de Chávez con Correa. Y la de ambos, por cierto, con el inspirador mayor, el dueño de Cuba desde hace casi media centuria, Fidel Castro.
La retórica de Chávez y sus allegados es la misma con pocas variaciones que la retórica de Fidel Castro, sobre todo entre los decenios de 1960, 1970 y hasta la caída y disolución del imperio soviético en 1989. Y la retórica de Correa y sus cercanos colaboradores, entre los que descuella el ministro de Finanzas Ricardo Patiño, es copia carbón de la retórica de Chávez.
¿Qué es lo que quieren Chávez y Correa (habría que añadir a Evo Morales de Bolivia para completar el trío) para sus pueblos? No hay necesidad de lucubrar ni hacer conjeturas. Ellos mismos lo han dicho con claridad y proclamado de manera oficial y persistente: quieren ir a un “socialismo bolivariano del siglo XXI”.
La receta es milagrosa para alcanzar la felicidad a través de la igualación de resultados. Es una doctrina Robin Hood que parte de la creencia de que los pobres eran ricos, hasta que vinieron los ricos a robarles su riqueza y dejarlos pobres. Lo cual se aplica no solo al Ecuador sino a escala internacional donde, claro, la nación que más explota y depreda y que por ello es la más rica, son los Estados Unidos.
Correa y los suyos predican, con prédica religiosa, que los Estados Unidos es la potencia mayor no por su sistema democrático y capitalista que no ha sufrido interrupciones violentas desde la fundación de la república en el siglo XVIII, sino por la explotación a las naciones pobres del planeta.
Consecuentemente juzgan que para superar la pobreza en el tercer mundo hay que rechazar todo sistema capitalista que se asemeje al norteamericano. El capital (no el de Marx, cuidado) es el diablo, al cual hay que exorcizar y sustituir por la diosa del socialismo bolivariano del siglo XXI.
Chávez tiene 10 veces más recursos en petrodólares que el Ecuador y le ha sido más fácil imponer su doctrina despilfarrando los fondos en dádivas paternalistas. Pero Correa no se ha quedado atrás. Con iguales objetivos exige al Congreso que le apruebe un presupuesto de casi 10 mil millones de dólares, un 14% más que el del 2006.
De esa suma, casi la mitad (4.546 millones) se irá en gasto corriente, incluidos más de 3 mil millones de dólares en sueldos lo cual representa un aumento del 15.97%. Los subsidios, otro sistema opuesto a la sanidad fiscal, absorben más de 3 mil millones de dólares, un tercio del presupuesto.
El déficit, de entrada, es de mil millones de dólares. Pero Correa, el compasivo con los pobres, aumentó de 15 a 30 dólares el regalo que dará cada mes a las 1.181.737 personas calificadas para recibirlo. ¿Quién los califica y en base a qué parámetros? Esta actitud limosnera trae al recuerdo la hacienda tradicional en el Ecuador, con un capataz repartiendo mendrugos a los cuasi siervos por orden del magnánimo patrón.
Dentro del proceso de repudio al capital y el capitalismo, Patiño anuncia que no quiere nada con el Fondo Monetario Internacional y para cortar toda relación adelantará el pago de contado de una deuda de 22 millones de dólares otorgada para financiar déficit de balanzas de pago en distintos periodos.
Los préstamos del FMI son al 2.7% de interés, los préstamos de gobierno a gobierno, del 4.1%. Patiño, el revolucionario (¿por qué no llamarlo “che” Patiño en memoria del Che Guevara zar de Economía en la Cuba “revolucionaria” y ahora que el régimen ya tiene a un Marx y un Lenín?) dice que para financiar el presupuesto, pedirá a Chávez un préstamo de 700 u 800 millones de dólares…al 7%.
Ecuador y Venezuela han malgastado la riqueza petrolera y los gobiernos de ambos países, sin excepción, son responsables. Ello explicaría el fracaso de la dirigencia política y empresarial en los dos lados en los actuales momentos, que ha generado el vacío que ahora está siendo llenado por demagogos y mesiánicos.
La Junta Militar del Ecuador llevó en procesión el primer barril de petróleo de la Texaco and Gulf al “altar de la Patria” en el colegio militar Eloy Alfaro. No hubo la suficiente protesta por lo grotesco de la acción. Todos reverenciaron al vellocino de oro. Con los nuevos ingresos, la dictadura pretendió a su modo establecer la “justicia social y distributiva” que ahora los Chávez y Correas.
Construyó la refinería estatal en Esmeraldas para crear un “polo de desarrollo” en lugar de hacerlo en sitios de mayor demanda en Guayas o Pichincha. Con los excedentes, subsidió a la ciudad con desmedro del campo y la inversión agrícola. Se expandió una reforma agraria inconsulta y la migración se acentuó. El dinero extra del crudo, que se elevó con el alza impuesta por el cartel de la OPEP, sirvió para engrosar al Estado y su burocracia, no para fomentar una mayor apertura a la economía competitiva y una mejor distribución de las oportunidades para incrementar la riqueza nacional.
En Caracas, las boutiques seguían las modas de cada estación como en París y Nueva York. En el invierno del Norte, las vitrinas de Caracas exhibían pieles y abrigos, aunque la temperatura era inalterablemente tropical. Si bien se creó un ente estatal petrolero ejemplar por su eficiencia hasta que llegó Chávez, en general la bonanza estimuló la corrupción y el aparecimiento de fortunas increíbles.
Ni en Venezuela ni el Ecuador ha habido un sistema democrático capitalista y liberal en su verdadera acepción. El Estado siguió siendo el primer agente de la economía, frente a un débil y también sobreprotegido y no competitivo sector empresarial privado. El petróleo, la seguridad social, la educación, la energía, el transporte aéreo, las comunicaciones están en manos directas e indirectas del Estado y no son precisamente modelos de eficiencia ni generación de rentas.
Lo que quieren Chávez y Correa es una transición de una intervención del Estado en la economía que ha probado ser obstructiva, a una intervención del Estado que sea mayormente obstructiva. En Venezuela, Chávez acaba de recibir de su asamblea ad-hoc la autorización para acelerar el proceso mediante los decretos leyes que aplicará a su capricho y sin discusión.
En el Ecuador, Correa finca sus esperanzas revolucionarias en una asamblea constituyente. Ni él ni su ministro de la Política adelantan qué es lo quieren que la asamblea apruebe en concreto. Son muy listos. Si especificaran los propósitos cualquiera deduciría que se los podría conseguir con la Constitución vigente. Callan porque el objetivo es una asamblea incondicional que le otorgue a Correa suficientes poderes para “socializar” al país sin obstáculos de la oposición.
La expresión de que la asamblea “va porque va”, dicha por una portavoz del régimen y que remeda la del bobalicón presidente Noboa, es elocuente. Tendrá su asamblea porque así lo ha prometido y porque está convencido que eso es lo que también el pueblo, “su” pueblo, lo desea.
Una encuesta indicaba que “su” pueblo en verdad quiere la Constituyente. Pero hay que interpretar ese voto. La mayoría no comprende lo que es una asamblea, ni de trámites, ni de constituciones. Votó por la asamblea porque cree que la asamblea va a darle trabajo, riqueza y felicidad. Y porque a falta de líderes aptos se inclina por un líder demagogo que le ofrece felicidad a la vuelta de la esquina “pero siempre que se instale la asamblea”.
El dilema ahora en el Ecuador es si se resigna o no a la asamblea constituyente, con o sin aprobación del Congreso. Desde el punto de vista de la lógica y la ley, son opciones contrapuestas. Si hay constituyente, no hay Congreso porque si de reformas constitucionales se trata, basta el Congreso. La alternativa de función a un mismo tiempo de Congreso y Asamblea Constituyente no existe en ningún punto de la Constitución en vigencia.
Pero hay quienes consideran que la consulta y convocatoria son infrenables y que hay que admitir esa realidad y actuar con astucia para derrotar a Correa dentro de su propia propuesta. En esa línea parece estar Gutiérrez y acaso no le falte razón. Si la asamblea “va porque va”, al menos habría que esforzarse para que no caiga totalmente en manos de los correistas/chavistas.
Ante lo cual, surge una duda adicional. ¿No sería ingenuo suponer que Correa, asesorado por su “patrón” Chávez, vaya a dejarse arrebatar la asamblea de los “politiqueros” a los cuales abruma sin cesar con los peores vituperios?

Sunday, February 4, 2007

FEMINIZACION DE LO MILITAR

En el Ecuador el presidente Rafael Correa ha cancelado al comandante del Ejército por considerarlo responsable de la tragedia área en la cual la ministra de Defensa y su hija fallecieron, junto con 5 militares.
El mandatario, cuya impulsividad se está volviendo proverbial, no esperó a que culmine la investigación sobre el accidente y a que los expertos de varios países integrantes de la comisión correspondiente, que él autorizó, presenten el informe.
El ministro de Finanzas Patiño anunció esa decisión mientras era encargado de la secretaría de Defensa tras morir la titular. Este funcionario parece clonado del presidente, pues sus acciones y reacciones contra todo y contra todos los que no comulgan con sus ideas son similares y hasta peores que las de su jefe.
Por cierto, la muerte de la ministra pudo haber sido evitada si se hubiesen aplicado normas de seguridad vigentes. La ministra y peor su hija de apenas 17 años jamás debieron haber sido autorizadas para realizar el corto vuelo en helicóptero desde Montecristi al cercano aeropuerto de Manta.
Los dos helicópteros, en uno de los cuales iban los pasajeros civiles, estaban artillados y listos para un operativo militar de combate. Chocaron en el aire poco antes de aterrizar, porque un avión civil estaba a punto de despegar en la pista de Manta. La unidad líder “frenó” y la que seguía “se le vino encima” dice en un lenguaje pedestre pero muy descriptivo un informe al respecto.
Hubo varios responsables en el suceso. Los oficiales militares que permitieron el vuelo a la ministra y su hija, cualquiera que fuere el motivo. Y la ministra, que jamás debió ni insinuar, ni aceptar la invitación para volar sola o acompañada de su tierna hija.
Desde luego, una vez concluido el informe sobre la tragedia los responsables del accidente prevenible tienen que ser sancionados como estipule la ley. Pero hay otro responsable a quien probablemente nunca se le tomarán cuentas: el presidente de la República.
¿Por qué nombró a una mujer para ministra de Defensa y porqué insistió en nombrar a otra mujer para reemplazar a la occisa? ¿Por imitar a que ha sucedido en Colombia y Chile, donde hay damas en esas funciones? ¿O por la doble condición de mujeres y de socialistas tanto de la ministra fallecida como de su reemplazante?
La ministra extinta evidentemente no tenía ningún antecedente en asuntos militares, ni de fondo ni de forma o protocolo. De ahí que le faltar seguridad y autoridad para discernir sobre el vuelo en Montecristi: ¿los reglamentos lo permitían? Si conocía del impedimento, la supuesta invitación de los militares para volar no debió aceptarla. Por debilidad, por falta de autoridad, cedió y murió.
En la mentalidad prejuiciada de “socialistas” como Correa y los que le acompañan, la institución militar en América Latina es un instrumento al servicio de la dominación del imperialismo yanqui. El objetivo socialista es, pues, desprestigiarla, debilitarla y a la postre diezmarla. Y sustituirla con un ejército popular como el rojo soviético o chino, apoyado por las milicias y los comités de vigilancia, que ya se están formando en Venezuela a imitación de Cuba.
¿Qué mejor, en de ese contexto, que nombrar a mujeres como ministra de Defensa? La objeción no tiene tinte sexista. Las mujeres y los hombres juegan papeles distintos en la sociedad, encomiables ambos y nunca contrapuestos sino complementarios.
Esta verdad obvia, “self evident” como se diría en inglés, ha sido puesta en duda por los movimientos feministas en los Estados Unidos y regados luego por el mundo. Las mujeres han querido reivindicar sus derechos conculcados por una cultura machista y han reclamado y se han impuesto en sus exigencias para asumir el mismo papel de los machos en la comunidad.
Por el feminismo se abrió la inscripción de mujeres en las fuerzas armadas y allí se inició un peligroso fenómeno en la institución militar. En vista de que las mujeres, por razones biológicas, no podían someterse a los mismos niveles de pruebas y trabajos militares que los hombres, dichos niveles fueron reducidos.
La excelencia física y académica fue disminuida para evitar la supuesta segregación de género en las fuerzas armadas. Algo parecido ocurrió con la “affirmative action” que obliga a favorecer a los negros, en exculpación por la esclavitud sufrida en pasadas generaciones.
En las universidades se establecieron cuotas para el ingreso de negros con riesgo de corte de subsidios fiscales. Puesto que muchos negros carecían de la educación suficiente para pasar los exámenes de ingresos y para llenar los cupos, los rigores de exigencia fueron reducidos. Las consecuencias han sido una baja en los niveles académicos de las universidades.
El fruto de la “feminización” de las fuerzas armadas” en los Estados Unidos se está observando en la guerra actual contra el terrorismo. La fuerza combativa en Irak y se ve obstruida por el deseo de no errar en lo “políticamente correcto” y así ofender a las organizaciones pacifistas, en las cuales el influjo del feminismo, hedonismo y confusión sexual es obvio.
Los soldados norteamericanos en Irak no pueden combatir a los enemigos implacables y sanguinarios, que no respetan ni sus vidas ni las de escolares y otros seres inocentes. Tienen que ser femeninamente cautos pues si algún exceso cometen como en toda guerra, serán enjuiciados y humillados por sus propios conciudadanos y los medios de comunicación.
Los derrotistas piden retirar las tropas de Irak y dialogar con quienes han motivado la guerra. Una guerra no termina dialogando con el enemigo, sino con la derrota de una de las partes. Luego de la aceptación de la derrota, pueden iniciarse las conversaciones de posguerra, no antes.
El nombramiento de mujeres no preparadas para la función de ministras de Defensa parece encasillarse dentro de ese deseo socialista de restar prestigio y respeto a las fuerzas armadas tradicionales. ¿No hay también un inconfesado intento de humillar así la masculinidad del soldado ecuatoriano? La abrupta cancelación del comandante del Ejército parece ser otra señal en esa dirección.
En los Estados Unidos se propone ahora que los soldados no combatan directamente a los enemigos en el campo de batalla hasta derrotarlos, sino que se limiten a construir casas, escuelas, hospitales y asesoría. En el Ecuador el nuevo régimen ha proclamado que la institución militar tiene que dedicarse al “desarrollo social”.
Los militares, desde los tiempos griegos y romanos de nuestra cultura occidental se mantienen y entrenan para la guerra, para garantizar la seguridad nacional. Si el gobierno de Correa cree que el terrorismo no es una amenaza contra la seguridad del Estado, como ha dicho, debería liquidar a las fuerzas armadas si no ve motivo de peligro de la soberanía nacional.
Pero si no las disuelve, debe evitar feminizarlas pidiendo que construyan puentes y calles, vacunen a las niños y mujeres o edifiquen escuelas es distorsionar su misión y desmoralizar a los soldados. Para esos fines existen otros organismos públicos y privados. Pero el afán de Correa parece ser humillar a la institución militar. Refuerza la teoría que los jefes militares no hayan sido invitados a la ceremonia de posesión de la nueva ministra.

Saturday, February 3, 2007

EVOLUCION, INVOLUCION O LO MISMO?

Un médico endocrinólogo, que escribe una columna semanal para el Diario El Comercio, acaba de confesar que “para su solaz de conciencia” su pensamiento y postura política han “evolucionado” desde un nacionalismo de derecha a un “socialismo” que “cree en la Patria”.
Quien así se expresa es ahora octogenario y en su juventud integró las fuerzas de choque de ARNE (Asociación Revolucionaria Nacionalista Ecuatoriana), que en el fondo era pro nazi y abiertamente respaldaba a la dictadura del general Francisco Franco en España.
En la misma línea política y con igual trayectoria que Rodrigo Fierro figura Jorge Salvador Lara, que también tiene su columna semanal en El Comercio. Aunque este último no se ha “confesado”, coincide con Fierro en elogiar sin restricciones al actual presidente Rafael Correa.
¿Es evolución el cambio político que han experimentado Correa y Salvador? No, si se analiza en qué consiste el nacionalismo de derecha y el nacionalismo de izquierda o socialismo. Las dos posiciones no son contrapuestas. Al contrario, tienen un denominador común: la propuesta fascista como forma de gobierno.
¿Qué es el fascismo? Originalmente el vocablo se asociaba a las huestes de extrema derecha que surgieron con Mussolini en Italia como preludio de la segunda guerra mundial. Pero en la actualidad el calificativo se aplica a todo régimen que busca imponer por la fuerza un estilo de gobierno autocrático, sin oposición.
El diccionario Webster, 2002, dice: El fascismo “es una filosofía, movimiento o régimen que exalta la nación y a menudo la raza sobre los individuos y que promueve un gobierno centralizado y autocrático dirigido por un líder dictatorial, una reglamentación social y económica rígida y supresión de la oposición por la fuerza”.
Los fascistas en la juventud de Fierro y Salvador eran fuerzas de choque contra los comunistas. En la Alemania nazi también inicialmente el comunismo era una antípoda del comunismo, aunque ello no fue óbice para que se firmase el Pacto de no agresión de Munich entre Moscú y Berlín en 1938.
Pero tanto comunistas como fascistas y ahora los árabes, tienen en común los gobiernos autoritarios que no admiten réplica. Unos y otros se orientan por la utopía de que el bienestar de la humanidad tiene que se provisto por gobiernos tiránicos, con coerción y limitación o erradicación de las libertades.
El fascismo, en sus variedades de extrema izquierda y derecha, es antípoda de la democracia. La doctrina que le sustenta, identifica y justifica es la igualación de los resultados, no la igualación de oportunidades. La igualación de resultados no se puede obtener sin suprimir la libertad de escoger, disentir, competir y triunfar.
La colectivización de la propiedad y producción agrícola en la Unión Soviética no se plasmó por aceptación popular. Stalin, para aplicarla, reprimió sin piedad a los opositores mediante el hambre, la deportación o la ejecución directa. Esta colectivización ocasionó la muerte de 20 millones de seres humanos, el mayor acto genocida de la historia.
La igualación en Cuba significó la igualación en la miseria, la muerte de más de 10 mil inconformes, la prisión para millares y el exilio de entre 2 y 3 millones de personas. El dictador cubano “reina” en la Isla casi medio siglo y ha transferido el poder a su hermano Raúl, sin protesta visible de nadie.
No siempre los regímenes fascistas han accedido tras revoluciones sangrientas como en Rusia o Cuba o antes con el degüello de reyes en Francia o en la Gran Bretaña con Cromwell. En Alemania Hitler fue elegido por voto popular. En Venezuela, Bolivia y Ecuador los gobernantes actuales también son fruto de elecciones más o menos limpias.
Pero en Venezuela Chávez no ha necesitado de las armas sino de la maniobra para aprovechar la debilidad de la oposición y encaminar al país hacia un “socialismo bolivariano del siglo XXI”, charada que mal disimula su propósito de culminar el proceso hacia el fascismo completo con el respaldo popular.
Tiene una asamblea como la de Cuba y como la que quiere Evo Morales en Bolivia para aparentar respeto a un esquema democrático. Ya obtuvo Chávez la autorización para dictar leyes por decreto, ya obtendrá la reforma para la reelección indefinida.
Por la misma ruta trata de marchar Rafael Correa. Quiere que se instale una asamblea constituyente contra las disposiciones de la Constitución vigente y para conseguirlo no escatima ningún recurso. El intento del Congreso por impedir la convocatoria se ha esfumado. Bastó la presencia de hordas chavistas amenazantes, para que los congresistas cedan.
Chávez ha sido criticado por su falta de originalidad. En sus comienzos de golpista no era ni se demostraba admirador de Fidel Castro. Cuando éste le ayudó a superar el alzamiento militar para derrocarlo, que fracasó por carencia de liderazgo de la oposición, Chávez se volvió ultra fidelista a tiempo completo.
Comenzó su verborrea inacabable contra los Estados Unidos, como antes la de Fidel y contra la inversión extranjera y decidió también armarse y armar a milicias urbanas con armamento soviético y crear comités de vigilancia barriales como en Cuba. El alza de los precios del petróleo le ha permitido actuar con arrogancia y esparcir por la América Latina su influjo, especialmente en Bolivia, Ecuador y Nicaragua.
Cuando se elogia a Correa en el Ecuador, se lo está respaldando en su táctica fascista de gobernar autocráticamente. Si Chávez imita a Fidel, Correa imita a Chávez. Él también habla de instituir el socialismo bolivariano del siglo XXI en el Ecuador y ya las huestes callejeras que lo respaldan, pagadas o no, visten camisas si no pardas como las de los fascistas si las rojas de los “chavistas”.
Las peroratas y las acciones antiyanquis se multiplican. El programa radial de los sábados “Aló pueblo” de Chávez ya se repite en el Ecuador y Correa está cada vez más locuaz insultante contra los opositores. Como Chávez, también dice que la “nueva democracia” (del tumulto callejero) lo respalda en su tema de la asamblea y que si persistiese la resistencia, ese “pueblo” la aplastará. Ya una TV será clausurada en Caracas. ¿Ocurrirá pronto algo igual en el Ecuador?
En definitiva, el movilizarse desde una posición política de extrema derecha a una de extrema izquierda no es “evolución”. O es involución o es estancamiento en cuanto a la inhabilidad de analizar la realidad de la historia de la humanidad. Ésta marcha, con altibajos muchas veces sangrientos, hacia ámbitos de mayor libertad para conseguir sin sacrificarla niveles de vida más prósperos, estables y accesibles a segmentos de población cada vez más amplios.
Los regímenes fascistas, de izquierda a derecha, han fracasado. En contraste las naciones más estabilizadas y con índices paulatinamente reducidos de privaciones en lo económico, político y cultural, son las que han vivido por más tiempo en democracia.